La lucha en la carrera por la vida

Elvira Fernández es una joven lacianiega que cada día batalla contra una enfermedad oncológica de la sangre. El viernes 12 de mayo fue intervenida de un trasplante de médula
Elvira Fernández junto a su hermano Lisardo, su oportunidad de vida

Si la mirada dice más que mil palabras, los ojos de Elvira Fernández Blanco denotan ganas de vivir, de superar una enfermedad contra la que, desgraciadamente, batallan cada día millones de personas en todo el mundo. Hoy es el testimonio que sin tapujos pone voz a todos los enfermos de cáncer pero por encima de todo es esa voz que quiere agitar conciencias y sensibilizar a la población sobre la importancia de donar médula, de donar vida. 

La historia de esta lacianiega de tan solo 29 años comienza aquel fatídico 6 de febrero de 2016 cuando, después de seis largos meses de calvario, le diagnostican un linfoma no Hodgkin –un cáncer del tejido linfático cuya incidencia en nuestro país oscila entre 30 y 70 nuevos casos por millón de habitantes y año-. Y fue un calvario porque durante medio año la joven sufrió fuertes dolores en la zona de la espalda y del bazo, picor en las manos y en los pies, sudoración nocturna, cansancio constante y falta de apetito. Tan fuertes eran los dolores que la joven no podía ni conciliar el sueño. Los médicos barajaban la posibilidad de que fuera estrés o ansiedad. Nada más alejado de la realidad.

El último síntoma, esta vez muy evidente, fue el aumento de tamaño de los ganglios. “Después de acudir muchas veces al médico y estar varios días con febrícula, fui a urgencias con un severo dolor en el bazo. Me diagnosticaron apendicitis en el centro sociosanitario de Villablino pero cuando llegué al hospital del Bierzo, en Ponferrada, una doctora especialista en hematología nada más ver la inflamación en el ganglio comenzó a hacerme diferentes pruebas médicas. Fue la gran “suerte” de aquel día, que me encontré con los médicos adecuados, en el lugar exacto y a la hora oportuna”.

Tras someterse a muchos exámenes los doctores confirmaron que Elvira Fernández padecía cáncer. “El estadio del linfoma -alcance de la enfermedad- era de nivel III -el máximo es el nivel IV-. Tenía masas tumorales de 30 centímetros en la zona del bazo y de 20 centímetros en la espalda”.

El diagnóstico cayó como un proyectil para la joven que siempre ha sido una persona muy activa. Con incredulidad, Elvira Fernández, comenzó a aceptar que su vida estaría condicionada desde ese momento. Y así comienza la dura historia de una auténtica guerrera que lejos de abrigarse en la tristeza ha vestido desde el principio la mejor de sus sonrisas. “Tu vida cambia. Tuve que acostumbrarme a vivir en consultas médicas y hospitales”, comenta la lacianiega con resignación.

Los tratamientos

El tipo de linfoma que sufre Elvira “a pesar de ser agresivo responde muy bien a los tratamientos -el 80% de los enfermos logran recuperarse con una única línea de quimioterapia- aunque, en el momento en el que se deja de aplicar el método de curación,  la enfermedad se reproduce muy rápido”. Así, la joven inicia decidida una primera línea de quimioterapia, en este caso se trataba de un ensayo clínico, en Salamanca donde se ubica el centro de referencia de Castilla y León para estos casos. El tratamiento consistía en seis ciclos de quimioterapia cada 21 días y con una duración de 6 horas por sesión.

“Desde el primer día que inicié el proceso de curación, los dolores desaparecieron, se esfumaron. Es verdad que durante los cuatro o cinco días posteriores a la quimioterapia te encuentras cansada, pierdes el apetito y sufres náuseas y vómitos pero para mí el hecho de poder dormir una noche entera fue extraordinario”, confiesa Elvira. Al concluir esta primera fase, la joven se sometió a una valoración post-tratamiento. “En mi caso no funcionó. Pertenezco a ese 20% de enfermos que no se curan con la primera línea terapéutica. Aún había células activas”. La noticia desencaja totalmente las perspectivas de la joven. “Yo ya me veía curada. Montaba en bicicleta e incluso había ido a los Picos de Europa. Me sentía feliz. Yo decía: yo ya estoy bien”.

Lejos de rendirse y con la vitalidad que la caracteriza, Elvira comienza una segunda fase de tratamiento.Esta vez, más cerca, en Ponferrada. En el hospital se somete a 3 ciclos de quimioterapia en total, cada uno de ellos de 5 días. 5 días consecutivos en los que permanecía ingresada en el centro con quimioterapia las 24 horas del día. De nuevo y al concluir esta segunda fase, la joven se somete a la prueba post-tratamiento. Otro duro revés para Elvira. La enfermedad no solo no se había reducido sino que había aumentado. En este punto, los médicos comienzan a hablar de la posibilidad de realizar un transplante. En primer lugar, se propone la opción del autotrasplante; con su propia médula. “Con mi propia médula el proceso de recuperación es mejor y se evita el temido rechazo al trasplante”.

Pero, de momento, Elvira regresa a Salamanca para someterse a ocho ciclos de quimioterapia -vía oral e intravenosa- cada 15 días. “Esta vez los efectos secundarios eran mayores. Desarrollé una tremenda hipersensibilidad al frío por lo que este tratamiento me limitaba más la vida”. El cuerpo de la joven se comenzó a resentir tanto que las defensas de su organismo cayeron en picado y no pudo completar los 2 últimos ciclos. Era el último cartucho antes de comenzar a plantearse el trasplante. La última bala que quedaba en la recámara. Y no funcionó. Los médicos le comunicaron que la enfermedad estaba estable.“No era la alegría de mi vida pero al menos no había aumentado. Los doctores contaban con una remisión completa o parcial de la enfermedad, pero no, no fue así”.

Es en este punto cuando los doctores deciden que la mejor opción es el trasplante, pero no con su propia médula. “Al ser un cáncer tan refractario si el trasplante se realizaba con mi propia médula las posibilidades de recaída eran muy altas en cambio con un trasplante de otra persona tengo un 70% de probabilidad de curación”. Y así comenzó el proceso que le ha llevado hasta su oportunidad de vivir. Esa oportunidad se llama Lisardo y es su hermano, quien después de realizarse las pruebas médicas pertinentes, se descubrió que su médula era compatible al 100% con ella. 

12 de mayo. Día 0

Elvira ha vuelto a Salamanca donde permanecerá ingresada tres semanas más pero esta vez ha regresado para someterse a un trasplante de médula. La fecha: viernes 12 de mayo de 2017. En estos momentos y a escasas horas de la intervención la joven ya ha sido sometida a ciclos de quimioterapia en altas dosis con el fin de “matar” su médula y que sus defensas bajen a cero. Es después del trasplante cuando el sistema defensivo de su organismo se regenerará por sí solo.

No hay duda de que el camino ha sido largo y extremadamente agotador para una joven que se caracteriza por su optimismo, por su fuerza y por su amabilidad. Y es que ya lo lleva impreso en su nombre: Elvira significa “lanza amable”. Lo ha demostrado. Ha sido esa lanza que amablemente ha luchado con una actitud optimista ante uno de los retos más difíciles a los que una persona puede enfrentarse en su vida. “Lo importante es la actitud. Es mucho más del 50% en estos procesos. Yo aunque no quiera comer, como porque sé que los alimentos son la gasolina de mi cuerpo. También intento estar distraída. Por eso me apunté a clases de piano e intento salir, ir al cine…”. No le ha faltado tampoco el apoyo de su pareja quien durante los largos periodos de hospitalización ha sido su bastón. Ni el de su familia y amigos, claros ejemplos de cobijo y esperanza. 

De la Elvira de antes queda el optimismo y la alegría pero admite que ahora vive el momento. “Disfruto del día a día porque no se sabe el destino de cada uno. Cada vez que me despierto y abro los ojos para mí es un regalo porque cuando me meto en la cama no sé si al día siguiente podré despertarme. Ya no me preocupan las bobadas de antes y el dinero ha pasado a un segundo plano en mi vida”. Su salvavidas ha sido agarrarse a esa oportunidad de curación. “Sería muy egoísta por mi parte que no me agarrara a ella. Hay gente que no la tiene y yo la tengo”. Ahora, su meta en la vida es dormir tranquila, sin temor a no despertar, y poder gritar bien fuerte que es una persona sana.

Vivimos en un mundo a contrarreloj en el que los problemas del día a día centran toda nuestra atención sin darnos cuenta de que lo esencial quizás esté en ese baño en la piscina que Elvira disfrutó días antes de iniciar el proceso de trasplante después de llevar meses sin poder nadar en el agua, en esos paseosque para ella son un reencuentro con sí misma. Ella es, como otros tantos millones de personas, alguien que tan solo persigue un único fin: curarse pero mientras tanto disfruta del día a día saboreando las luces y olvidándose de las sombras. Y eso es lo que al fin y al cabo es la vida.

Dona médula, dona vida

Elvira Fernández ha puesto voz con su testimonio a todas aquellas personas que atraviesan o han atravesado un proceso cancerígeno. Y lo ha hecho para buscar la concienciación de la sociedad porque con un gesto muy pequeño se puede salvar una vida. “Yo era una persona normal con una vida normal. Piensas que nunca te va a tocar a ti…pero esta lotería, desgraciadamente, la jugamos todos”. Precisamente ella, antes, era donante de sangre por eso comprende la importancia de donar y no solo médula si no que también, por ejemplo, plaquetas.

Y no es tan difícil como parece de antemano. De hecho, en Castilla y León, a través de la consejería de Sanidad se ha habilitado  recientemente un formulario de inscripción de donantes online a través de la página: https://castillayleon.medulaosea.org/ con el fin de simplificar el proceso de donación. Aquellos castellano y leoneses que tengan entre 18 y 55 años y deseen entrar a formar parte del Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO) solo deberán cumplimentar el formulario que aparece en esa web. Con el fin de evitar acudir a los centros de referencia estipulados para extraer una muestra de sangre, el donante recibirá por correo un kit formado por un bastoncillo o hisopo con el que tendrá que frotarse la lengua. La muestra de saliva se depositará en el  mismo sobre para ser reenviado de nuevo al organismo que almacena las muestras. La finalidad del bastoncillo es sustituir la muestra de sangre ya que a través de la saliva se obtiene también la información necesaria del donante de cara a casar posibles compatibilidades con los enfermos de leucemia y otras enfermedades oncológicas de la sangre. A partir de este momento el donante entra a formar parte de la red mundial de donantes voluntarios de progenitores hematopoyéticos y quedará a la espera de que un paciente precise de su donación.

Las células madre del donante se pueden obtener a través de dos procesos:

1. Sangre periférica: Obteniendo células madre de sangre periférica después de la administración de 4-5 inyecciones subcutáneas de unos agentes llamados “factores de crecimiento” que hacen pasar las células madre de la médula al torrente sanguíneo. El día de la donación se colocará al donante en una confortable camilla anatómica, se le pinchará una vena del brazo para obtener sangre, y se hará pasar esta sangre a través de unas máquinas denominadas separadores celulares. Estas máquinas son unas centrífugas especiales que recogen las células madre y devuelven el resto de la sangre al donante a través de una vena del otro brazo.

2. Médula ósea: Extrayendo sangre medular de las crestas ilíacas (parte posterior-superior de la pelvis) mediante unas punciones. Este procedimiento se realiza bajo anestesia general o epidural y requiere ingreso hospitalario de 24 horas. Actualmente se realiza este procedimiento sólo en el 20% de los casos o para pacientes con enfermedades muy particulares que responden mejor a este tipo de donación.

*Para más información se puede visitar la página de la Fundación Josep Carreras http://www.fcarreras.org/es/quienes-somos_108