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Un juicio con grandes incógnitas que despejar

La segunda semana comienza con la declaración de agentes policiales, entre ellos, los llegados de Burgos para ayudar a sus colegas de León
Triana Martínez es conducida al furgón policial tras el receso para comer de la tercera jornada del juicio por la muerte violenta de Isabel Carrasco (Carlos S. Campillo )

El lunes a las nueve de la mañana se reanuda en la Sala Tercera de la Audiencia Provincial de León el juicio por la muerte a tiros el 12 de mayo de 2014, de la que fuera presidenta de la Diputación y del PP, Isabel Carrasco. Sin dudas sobre la ejecución material del asesinato de la política leonesa desde el mismo momento en que lo cometió, al haber dos testigos que vieron cómo disparaba tres veces tras un primer impacto que sólo escucharon, la vista plantea todavía varias incógnitas que se espera puedan ser despejadas en las tres semanas que restan de declaraciones en el caso más mediático vivido hasta la fecha en la ciudad.

Después de hacerlo las tres acusadas, Montserrat González, Triana Martínez y Raquel Gago y varios policías nacionales y municipales, todavía son más de 90 los testigos que faltan por comparecer en el juicio, además de forenses y peritos. En las primeras y maratonianas sesiones no han faltado sorpresas como la que se produjo cuando el jueves 21 el principal testigo, un policía ahora jubilado y entonces en segunda actividad, Pedro Mielgo, no se reconoció en la reproducción de la grabación de una llamada al Servicio de Emergencias 112 que habría hecho mientras seguía a la autora de la muerte de Carrasco.

Inexplicable

La mujer de Mielgo sí identificó su voz y un agente dio por hecho que era él quien se dirigió a ellos -señalando que Montserrat era la asesina- con palabras que fueron reproducidas numerosas veces en la sala: “Se me ha despistado. Un momentico… está por aquí. Ésta es, ésta de aquí. Que sí, que es ella, es la de la pasarela. Mírale el bolso y analízala”. El policía jubilado insistió tras abandonar la Audiencia en que él no hizo esa llamada y añadió que una mujer que asistía a la vista como público dijo que “ésa en la llamada de mi marido”.

La certeza

Tanto la esposa como el agente hicieron una descripción detallada de su encuentro con Montserrat en la pasarela en la que mató a Isabel Carrasco. Mielgo relató que llevaba una gorra oscura de paño, gafas de sol, un pañuelo grande que le tapaba los hombros, parka color caqui, bolso negro y zapatos bajos. “Cuando nos cruzamos iba a unos dos metros detrás la otra. Una vez que la rebasamos mi mujer me comentó “esta tiene que ser la escolta”, dijo. Después, sonó un ruido como de un petardo, se volvieron y vieron a la señora rubia “cayendo hacia adelante, como rígida y cuando estaba en el suelo la otra dio dos pasos, se agachó y se puso a la altura de su cabeza e hizo tres disparos”.

Triana

A partir de la incongruencia sobre la llamada, la defensa de Montserrat y Triana, madre e hija, reclamó que se dedujera la existencia de un falso testimonio en la declaración del policía, lo que, en caso de prosperar, podría traducirse en una acusación de falso testimonio. Triana sería la beneficiada de las posibles consecuencias de la desacreditación del testigo clave, ya que las versiones de Mielgo y de la joven se contradicen. Ella sostiene que vio a su madre arrojar el bolso que contenía el revólver que ella pensaba que podía ser un arma reglamentaria de su padre (comisario de la Policía Nacional) mientras el agente insiste en que no fue así porque en ese punto en el que Montserrat se habría deshecho del arma, él la estaba observando y no lo hizo.

Policías de Burgos

Otra de las grandes dudas que arroja todavía el juicio es la actuación de dos policías llegados de Burgos para colaborar en la investigación con sus colegas de León. Ellos fueron quienes conversaron con madre e hija cuando las juntaron en una comisaría y, según las dos acusadas, las habrían convencido para dar una versión de los hechos que permitiría exculpar totalmente a Triana.

Ambas han declarado que pensaron que los agentes querían ayudarlas de verdad, al aludirles a un policía conocido de su marido y padre y testificaron ante la juez del caso -siempre según sus palabras- lo que los policías les indicaron.

Además, ambos acudieron al domicilio de la policía municipal Raquel Gago cuando ésta comunicó a un conocido suyo que había descubierto el arma en su coche. Esa presencia fue negada inicialmente a la juez y posteriormente -bastantes días después- rectificaron y declararon que sí habían estado en casa de Raquel. Sus declaraciones ante el juez, el jurado popular y las partes serán seguidas con mucha atención en la sesión de lunes.

Raquel Gago

Sin duda la acusada que más interrogantes plantea a la opinión pública es la agente de policía municipal Raquel Gago, amiga de Triana -aunque no íntima, según precisó en su declaración, en la que también negó una relación de otro tipo entre ellas-. Su posible papel en la planificación y ejecución del crimen, como plantean fiscal y acusaciones, que piden para ella la misma pena que para las otras dos acusadas (20 años por asesinato y tres por tenencia ilícita de armas) contrasta frontalmente con la tesis que ofrece su abogado.

El representante de la agente, que el otro día dijo entre lágrimas que desde lo ocurrido “no tiene vida”, sostiene que su presencia en el punto en el que Triana introdujo el arma en su vehículo fue casual y argumenta que padece una ‘disonancia cognitiva’ que le impidió reaccionar después de conocer que su amiga había sido detenida por la muerte de Carrasco, minutos después de estar con ella.

La Policía Nacional, que dejó en libertad a Raquel tras una primera declaración, reconoció ayer por boca de distintos agentes que existían varias casualidades que, posteriormente, y a medida que se iba disponiendo de otros datos como los registros telefónicos, les hacían dudar de que hubiese permanecido totalmente ajena.

Gago no les dijo a sus amigas, también conocidas de Triana, que había tomado un té con madre e hija minutos antes de la muerte de Carrasco; tampoco mostró reacción alguna cuando un compañero le comunicó la detención de su amiga y el compañero con el que patrulló al día siguiente del asesinato y con el que participó en el dispositivo especial establecido en torno a la capilla ardiente de la fallecida, dijo que la vio “normal, ni bloqueada ni preocupada”.

La disonancia cognitiva a la que apela la defensa de Raquel es la que le habría impedido asumir lo ocurrido y obrar en consecuencia, es decir, por ejemplo contar que había visto a Triana poco después del suceso o mirar qué había introducido su amiga en su coche cuando se encontraron. Una secuencia de llamadas telefónicas entre ambas a finales de abril también levantan suspicacias, como otra -muy breve- hecha después de la muerte de Carrasco y antes de que Triana dejase en la parte de atrás del vehículo de la agente un bolso grande que contenía otro más pequeño con el revólver.