Empatizar, respetar, colaborar. Son los tres verbos por los que se rige Construyendo Mi Futuro, una burbuja segura donde los jóvenes pueden ser ellos mismos sin miedo a ser juzgados. Un proyecto desarrollado por la Junta a lo largo y ancho de Castilla y León y capitaneado desde hace 15 años en Ponferrada por Sara y Alexia, una psicóloga y una trabajadora social.
Este programa desconocido para muchos, ha sido refugio y oasis para el desarrollo de sus jóvenes de entre 13 y 17 años. En él se busca motivar a los chavales alimentando sus curiosidades, promoviendo actividades con una fachada divertida pero con un objetivo final que va mucho más allá. “Trabajamos en temas que pueden ayudarles en su día a día de un forma que no les aburra, identificamos sus problemas y les echamos una mano, si por ejemplo les cuesta encajar o relacionarse sin la ayuda del teléfono, aquí tienen el espacio perfecto para ello, practicamos el ocio saludable”, explican desde la organización.
Trabajan durante el curso, desde octubre a junio con una sesión a la semana en las oficinas que se encuentran debajo del Toralín, allí se crea un grupo de unas 20 personas que colaborarán en conjunto en múltiples actividades. De hecho, sus monitoras lo que buscan es que sean ellos mismo los que propongan nuevas experiencias. “Aquí contamos con un presupuesto para que propagan actividades que sean de su interés, les decimos que pueden pedir lo que sea, este año hemos tenido de todo, hemos ido a peleas con pistolas láser, juegos con gafas de realidad virtual en León, kayak en plena naturaleza…, lo que se consigue con ello es que participen en experiencias nuevas, al aire libre, y relacionándose con otras personas diferentes a ellos a partir del respeto. Además, hay familias que no se lo podrían permitir, por lo que es un buen recurso para vivir nuevas experiencias sin que les suponga un esfuerzo monetario”, añade Alexia.
Pero también hay espacios para las charlas formativas o el voluntariado, con ello se les acerca a la ciudad y a la comunidad “les hemos llevado a recoger colillas, han colaborado con la Cruz Roja, se han relacionado con ancianos con Alzheimer”, en definitiva, participan activamente en ejercicios que les ayudan a abrirse al mundo “a través de estas experiencias aprenden a empatizar, a ver más allá de ellos mismos”. Además, se suele trabajar con empresas externas bercianas para que vean qué más recursos hay en sus alrededores “hay un mundo entero ahí fuera por explotar”.
Aunque algunos de sus participantes van derivados de institutos o de servicios sociales, el grupo está comprendido por jóvenes de personalidades y situaciones muy diversas “no es necesario que tenga un problema grave para venir, lo bonito precisamente es que convivan en un mismo espacio formas de ser muy diferentes, que compartan inquietudes y experiencias, que aprendan a sociabilizar con otras personas muy diferentes a ellos es la clave”, por eso buscan diferentes perfiles que acudan al programa, ya sea con amigos o en solitario “aquí hay cabida para todos, lo principal es que cada uno se sienta a gusto sea como sea, el tema de la diversidad y la diferencia es lo más importante. Focalizamos mucho en que se tienen que querer a ellos mismos y respetarse como ellos respetan a los demás”.
Este programa que cumple 15 años ayudando a los jóvenes de Ponferrada, parece que es ahora más esencial que nunca, un espacio seguro donde las nuevas generaciones pueden sentirse comprendidos, o al menos no juzgados, un espacio con cabida a nuevas amistades que les ayuden a desenvolverse en el mundo real. Para participar o solicitar más información se puede acudir a el local número 6 de los bajos de El Toralín o llamando al 987 403 217.
El daño de la pandemia
Tras 15 años ayudando en el desarrollo de los jóvenes, su perfil ha ido cambiando así como sus problemas. Desde la pandemia se ha reforzado lo que ya venía siendo una realidad entre las nuevas generaciones, los adolescentes van perdiendo cada vez más habilidades sociales, no quieren salir de casa y hay un incremento considerable en problemas de salud mental. Los padres encuentran en este proyecto una vía para que sus hijos vuelvan poco a poco a la vida real.
“Hay jóvenes que en la pandemia se encerraron en si mismos y luego no han sido capaces de salir de ahí. Aquí empiezan a relacionarse y a participar, empiezan a hablar y a dar sus opiniones” explica esta trabajadora social. Las redes sociales son más un problema que un recurso social “lo notamos mucho cuando hacemos alguna foto en alguna actividad, ¿Dónde vas a publicar eso? nos preguntan, o miran mucho como salen, sienten un miedo constante a ser juzgados”, un miedo que no les deja desarrollarse, “por eso al principio vienen muy cautelosos”.
La desmotivación general y los problemas de salud mental son, sin duda, el golpe más duro para los adolescentes tras la pandemia. “Cuando vienen y les decimos que tenemos dinero para hacer e ir a donde quieran no dicen nada, se quedan completamente callados, nos encantaría que fueran ellos mismos los que proponen, pero están completamente desmotivados, somos nosotras las que tenemos que tirar del carro, hay chavales que incluso cuando van no participan, y Sara y yo hacemos un trabajo extra intentando meterles en la dinámica y la diversión, es increíble porque te pones en el lugar de ellos y piensas ¡si a mi me hubieran dado esa oportunidad!“.
Pero con un poco de colaboración por parte de ellos, el progreso es sustancial, “sobre todo con aquellos que se quedan varios años, los chicos que vinieron desde la pandemia y han continuado han tenido un cambio tremendo, de no querer participar en absolutamente nada y con un miedo fortísimo a hablar, ahora no se lo piensan dos veces cuando tienen que dar su opinión, tenemos casos donde ahora son verdaderos aventureros y tienen otras aspiraciones que han encontrado y que no sabían que tenían”.
Nuevas adicciones
Otro de los principales problemas a los que se enfrentan los adolescentes son a las nuevas adicciones. Los teléfonos, las redes sociales y los videojuegos cada vez suponen un mayor problema de dependencia para ellos. Sobre todo porque es invisible, pasar multitud de horas delante de un videojuego con opción de jugador múltiple y online no se suele identificar como un problema “muchos padres nos dicen, ¿Cómo no le voy a dejar jugar si es el rato que tiene para relacionarse con los de su edad? cuando la realidad es que luego son incapaces de decir las cosas sin una pantalla delante, muchas veces nos encontramos con chavales que por WhatsApp se comunican mucho pero luego no son capaces de decírtelo en persona”.
Una realidad que no es sencilla y deriva en otros problemas. De hecho, Proyecto Hombre ya tiene un programa especializado en adicciones a los videojuegos y a las apuestas online. Desde Construyendo notan una falta de recursos para afrontar los nuevos desafíos a los que se enfrentan las nuevas generaciones, “no hay un espacio o un programa centrado en la salud mental de nuestros jóvenes, por que muchas veces nos lo derivan a nosotras cuando no tenemos esas competencias, nosotras podemos aconsejar y ser un ejemplo para ellos, pero nuestros recursos llegan hasta donde llegan”.
El problema se acentúa cuando los padres no son capaces de sacarlos de casa “hay padres que nos vienen desesperados porque no pueden sacar al niño de casa, le acompañan a la primera sesión pero luego no hay manera de que vuelvan, nosotras les llamamos para animarles pero si no quieren poco se puede hacer”, y critican que tendría que haber más apoyo para tratar estos nuevos perfiles que además “no se quedan en unos pocos”.