Tras la enorme catarsis del PSOE, tras abrirse en canal en público y enseñar todas sus entrañas y vergüenzas en un proceso verdaderamente traumático, ahora toca mover ficha al Partido Popular y demostrar que el enorme sacrificio socialista va a valer para algo. El PSOE no ha iniciado su travesía del desierto para regalar nada al PP, ni mucho menos. Ahora Rajoy tendrá que ganárselo a pulso. Y ya puede empezar rápido porque se adivina una legislatura muy dura, quizás breve, pero intensa en la que el PSOE presionará todo lo que esté en su mano para lograr del Gobierno avances reformistas en materias tan básicas como la economía, la sanidad, la enseñanza o las pensiones.
Y Rajoy debe hacer una primera concesión a la hora de formar gobierno. No puede mantener a algunos ministros de gestión tan opaca y poco recomendable como el de Interior, Jorge Fernández. O a Montoro, el líder de la intransigencia, hasta con los suyos, como ha sucedido con Castilla y León, una de las comunidades más perjudicadas por el sistema de financiación autonómico. Se acabó, gracias a la democracia, el ordeno y mando. Rajoy está obligado a hacer un cambio profundo en su gobierno y colocar a personalidades de perfil más abierto, moderno, dialogante y negociador.
Rajoy debe ser consciente de que cualquier proyecto, incluidos los Presupuestos, los va a tener que sacar adelante a base de negociación, negociación y negociación. Y cesión, cesión y cesión. O eso, o terceras elecciones en mayo. Y ahora ya no podrá escudarse en la irresponsabilidad del PSOE o en la falta de apoyo de Ciudadanos. Ya tiene esos respaldos. Conseguidos, eso sí, con sangre, sudor y lágrimas. Ahora el balón está en el tejado del PP y de Rajoy. ¿Tiene, de verdad, Rajoy voluntad reformadora, regeneradora y de cambio? Esa es la cuestión.
Y lo primero que deberá hacer el Gobierno de Rajoy será negociar una primera concesión al PSOE. Y de calado. Quizás un cambio profundo en la legislación laboral, restaurando medidas protectoras hacia los trabajadores y restableciendo protecciones sociales y económicas a los parados de larga duración. El PSOE necesita demostrar a sus bases, muy cabreadas por el acuerdo de abstención, que esa decisión histórica no sólo se ha hecho por responsabilidad histórica y patriotismo sino porque hay que redoblar los esfuerzos en defensa de los más desfavorecidos y reducir el amplio margen creado en estos últimos cuatro años entre los que más tienen y los menos favorecidos. Ya puede ir pensando Rajoy en derogar alguna ley impopular y manifiestamente injusta en materia social o económica. Se lo debe al PSOE y, además, es un gesto necesario si quiere que haya nuevos Presupuestos Generales del Estado y una cierta estabilidad política en un tiempo no inferior a dos años.
Ese es el tiempo que necesita también el PSOE para refundarse, convocar un gran congreso de debate interno y consolidar el liderazgo que salga de ese proceso. Y ese es, también, el tiempo que el PP debería invertir en hacer lo mismo. Es decir, convocar su congreso nacional pendiente y abrir el partido a las reformas necesarias, como las elecciones primarias de sus líderes, una mayor transparencia en el proceso de toma de decisiones y, sobre todo, un postura mucho más firme en la lucha contra la corrupción, materia en la que los populares son manifiestamente mejorables.