El paraje de Las Médulas es conocido mundialmente por sus pináculos rojos de arcilla, restos alzados entre la desaparecida colina que los romanos Ruina montium mediante destrozaron para filtrar su oro. Los trajes que las distintas estaciones dan a su aura son cuatro de las más hermosas estampas de la comarca del Bierzo. Pero en los alrededores del farragoso núcleo de fango y frenesí aurífero que fueron Las Médulas, no son pocas las (otras) piezas arqueológicas de máximo interés que se pueden encontrar y que son parte de la lección de historia que aprender de este conjunto.
Es el caso, por ejemplo, de los canales que transportaban el agua con la que se llevó a cabo la actividad minera en este lugar. Canales romanos de cientos de kilómetros, que llegan del Bierzo a Zamora y que suponen una magna obra ingenieril con pocos equivalentes en el mundo antiguo, se extienden por las montañas entre León y Portugal por entre comarcas como la Cabrera y estribando hasta en la Maragatería.
Durante los últimos años, el interés sobre estos canales va en aumento. No son pocas las iniciativas que se van dando para redescubrirlos y hacerlos accesibles —para la contemplación y la comprensión, pero también para el disfrute senderista— a los visitantes. Esto ha llegado incluso a la televisión nacional y más lejos: Puente de Domingo Flórez consiguió la aprobación de la Junta para optar a Fondos Europeos con los que rehabilitar los canales de las Médulas a su paso por este municipio cabreirés.
Explotación y canales forman un macro-sistema que cabe ser interpretado en su conjunto. Y entre sus ramificaciones, aparecen más elementos de lo que fue un espacio industrial donde el hombre antiguo desafió a los más inaccesibles de los elementos naturales: los montes. Son los poblados ligados a la explotación de Las Médulas, aquellos lugares donde se ubicaron las poblaciones de quienes, como es el caso que nos ocupa hoy, se dedicaron a actividades auxiliares.
Es en Orellán, en el municipio de Borrenes, donde resiste una joya arqueológica a caballo entre el mundo castreño y el romano: el asentamiento metalúrgico del siglo I después de Cristo situado en las inmediaciones de este pueblo. Son muchos los estudiosos que han dado cuenta de este milenario rastro: se entiende que en lo que fue esta urbe, proliferaron los sabedores de oficios. En particular, los relacionados con el trabajo del hierro. Una mina cercana del férrico metal y no pocos restos de herramientas hechas con él apuntalan esta interpretación de lo que fue este castro.
Se piensa que en este espacio vivían quienes fabricaban las herramientas que luego se usaban en la explotación de Las Médulas. Igual que en la ciudad medieval se conformaban calles por gremios —de algunas de las cuales se conservan los nombres—, en el siglo primero después de Cristo apareció en el Bierzo este castro de trabajadores metalúrgicos, en concreto del hierro. Se cree que se trataba de, precisamente, un asentamiento de aquellos artesanos especializados en el trabajo de este metal, una aldea de iluminados por la pericia, un poblado castreño metalúrgico ligado al quehacer de los romanos en este paraje. En las inmediaciones, un escorial donde se arrojaban los restos de su actividad en la fundición da cuenta del volumen de trabajo que se llevaba a cabo por los habitantes de este pueblo.
El poblado castreño-romano metalúgrico del siglo I de Orellán es una pieza más de la voluminosa lección de historia, ingeniería y antropología que son Las Médulas. De acuerdo con quienes han estudiado su planta, presenta elementos del urbanismo típico de los poblados castreños yuxtapuestos a novedades y avances resultantes de la romanización. Asimismo, algunos expertos destacan el papel de sus almacenes, que servirían para guardar las provisiones con las que otras poblaciones les abastecerían, de cara a poder llevar a cabo una especialización metalúrgica en pleno siglo I después de Cristo. Los restos de este pueblo de artesanos, fácilmente visitables, se encuentran a pocos minutos del aparcamiento a la entrada de Orellán. No se tarda más de 15 minutos en subir la cuesta que lleva a ellos y está eficazmente señalizado. Una vez arriba, en lo que queda de los muros de este poblado castreño-romano metalúrgico del siglo I después de Cristo se puede entrar en contacto con una puerta de entrada a lo que fueron Las Médulas que engrandece la comprensión de este paraje, Patrimonio de la Humanidad, cuya magnitud y estribaciones apelan a todos los ámbitos del conocimiento.
Este poblado se encuentra en el término municipal de Borrenes y su alcalde, Eduardo Prada Blanco, reconoce que es visitado “solamente por gente que tiene un conocimiento más específico de Las Médulas”, como sucede con el Castrelín de San Juan de Paluezas, en el mismo ayuntamiento. Se trata de enclaves que son de interés para “quienes conocen la historia”, frente al “turista normal” que lo que busca es solo “ver el paisaje”. Además, señala Eduardo Prada, nuestra forma habitual de hacer turismo nos lleva a “venir con mucha prisa, para ver mucho en poco tiempo” por lo que este tipo de espacios son más para “gente con un poco más de conocimientos y que se interesan”.
En la localidad de Orellán, recuerda el regidor, se han construido recientemente varios nuevos aparcamientos. Prada considera que con ellos, “podremos ir cubriendo la demanda” aunque reconoce que “un par de días al año” las infraestructuras de la zona se ven desbordadas por la afluencia de turistas. Orellán es uno de los lugares más visitados del entorno de Las Médulas, para poder acceder a su mirador, y además tiene en este poblado castreño-romano metalúrgico del siglo primero después de Cristo otro de sus curiosos atractivos.