¡Ya soy redactora!

No corren buenos tiempos para el periodismo. No corren buenos tiempos para el periodismo crítico y mordaz. Tampoco para el interpretativo, el comprometido, el inconformista de las primeras tertulias del “Parnasillo” . Ni siquiera corren buenos tiempos para el periodismo romántico, ¡que ya es delito! . Los periodistas estamos en tela de juicio. Se cuestiona nuestro trabajo, nuestra forma de contar y de presentar las noticias, cómo y de qué escribimos. La mayoría de los que estamos en la profesión, o por lo menos la que escribe, teníamos el sueño de ser periodistas, con ello soñábamos cada noche….hasta que por fín como en el artículo de Larra, cantamos a voz en grito con osadía veinteañera, aquello de ¡ya soy redactor!. Recomiendo la lectura del artículo, la verdad es que de Larra lo recomiendo todo, no voy a decir hasta los andares por no afrentar a uno de los mejores periodistas y poetas del siglo XIX español, pero todo en Larra es recomendable.

En ese brillante artículo, el autor habla de la censura de los editores que le tocó vivir. De cómo ilusionado consiguió su primer trabajo de redactor en un periódico y ese trabajo se convirtió justamente en lo contrario que él pretendía como redactor: contar la verdad a sus lectores. El director del rotativo encargó a nuestro personaje imaginario, la redacción de un artículo sobre el teatro y así dice literal lo que Larra escribió: “ ¿tengo que escribir de teatro? Voy allá. Yo escribo para el público y el público merece la verdad: el teatro, pues no es teatro: la comedia es ridícula: el actor A es malo y la actriz H es peor. Al día siguiente quien escribió tal artículo era para los propietarios del teatro criticado un fatuo pedante que no tenía ni idea de lo que escribía. Probó con otro género para escribir sus artículos y se atrevió a traducir noticias del extranjero. Al día siguiente buscó sus tres columnas, pero no estaban publicadas. Excitado pidió explicaciones al director del periódico y éste contestó: “calle usted, no han servido: esa noticia es inoportuna, ésa arriesgada, la otra no conviene, la de más allá es insignificante y la última está mal traducida. Esto es matarme el periódico.” Y con dos palmos de narices se quedó nuestro redactor argumentando que aquellas tres columnas le habían llevado mucho trabajo y muchos dolores de cabeza, a lo que el director contestó: “ si usted es hombre que se cansa alguna vez no sirve usted para periódicos y al buen periodista nunca le debe doler la cabeza”… ¡que placer ser redactor! Y ¿yo deseaba ser periodista?, nunca supe lo que quise.

En este desengaño de Larra con el oficio, seguro que nos hemos identificado alguna vez, muchos colegas de profesión. La de informar, criticar y analizar no es tarea fácil. Es humano rechazar las críticas que ponen en duda tal actuación, o cual decisión. Es nuestro trabajo, guste o no. No escribimos para agradar a quien valoramos, escribimos y contamos en honor a la verdad, y como Larra muchas veces nos censuran, nos etiquetan y hasta nos insultan en la calle como en la época del medievo. No somos dioses, ni jueces, ni aduladores. No somos juglares, ni farsantes, y tampoco interesados (siempre hablo de mayorías). Somos periodistas y trabajamos con la actualidad, con la realidad, con lo que vemos y contamos. Somos altavoz de la crítica, aplauso de la causa noble, ponemos voz a la desgracia, pero también a la esperanza y al futuro. Nos adaptamos a casi todo. Nos mimetizamos con los ambientes sobre los que tenemos que escribir.

Somos de piel dura y tenemos dignidad, la misma que cualquier ser humano. Hoy me acuerdo de los informadores, de los que trabajamos en un medio de comunicación, porque estos días nosotros que escribimos y contamos las noticias, nos hemos convertido en protagonistas de ellas. En el sector de los medios de comunicación tampoco corren buenos aires. Nuestro trabajo, se enfrenta también a una crisis, por varias razones. A despidos de trabajadores y cierre de empresas de comunicación. Hoy este artículo lleva la reivindicación entre sus argumentos y la proclama de la libertad de expresión e información, pero con responsabilidad, honestidad y compromiso. De esos tres pilares, tampoco tenemos que olvidarnos los que trabajamos aquí. Tampoco puede valer todo. Que nadie haga callar a la radio, que no se agote la tinta, que las autopistas de la información sigan sin cobrar “peaje”. A todos los que trabajan en el servicio público de informar… ánimo y buena suerte.