Ciencia ficción

Ayer recibí un guasap –¡vaya palabro que me ha salido!– de felicitación navideña en el que había una foto, trucada, por supuesto, del Rey en pleno discurso de nochebuena. También se ve, tumbado en un sofá, en una postura nada airosa al presidente de la patronal madrileña, y, apareciendo detrás de una cortina, la sonrisa de conejo de ese personaje que, para vergüenza del país, copa titulares, entrevistas y comentarios de sesudos analistas. Me refiero, naturalmente, al pequeño Nicolás.

La foto en cuestión tiene muy poca calidad pero por los personajes que aparecen, da pie a un comentario.

Hay poco que añadir al discurso del rey a lo ya dicho en todos los medios de comunicación: Para unos, un discurso fantástico en el que el monarca denunció los males que aquejan a nuestra sociedad, haciendo especial hincapié en el paro y la corrupción.

Para otros, un discurso decepcionante en el que Felipe Sexto no dijo más que lo que el Gobierno quiso que dijera, plagado de lugares comunes y obviedades.

Personalmente, he de decir que no me decepcionó. Y no lo hizo porque sólo se sufre una decepción cuando se tiene una expectativa que luego no se cumple. No es mi caso con la Corona.

Pero, de todas formas, no habría estado de más que hubiese soltado una frase del tipo “todos somos iguales ante la justicia, y al decir todos quiero decir todos” o algo parecido. El pueblo llano lo habría agradecido porque habría quedado claro que, para un Rey, hay cosas que están por encima del cariño fraternal; como habría agradecido que alguien –aunque fuese el Presidente del gobierno– explicase por qué se  aprobó el aforamiento del ex-rey Juan Carlos tan deprisa y corriendo, casi de tapadillo, como si tuviera alguna cuenta pendiente de la que habría que protegerlo.

El otro personaje es el pequeño Nicolás. Un fenómeno, según unos; un estafador, según otros.

¿No tendría el Partido Popular que dar alguna explicación?

¿Qué contactos tiene para que aparezca compartiendo mesa y/o espacio con Aznar, Rajoy, Aguirre, Rato (en su época de gloria), Cospedal, y un infinito etcétera de destacados miembros del PP?

¿Cómo es posible que, enchufado por un concejal del Partido Popular, cursara segundo de bachillerato como interno de la Residencia Blume, un lugar para deportistas del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, es decir, la flor y nata del deporte español, un tipo que no juega ni a la petanca?

¿Con qué objetivo una pequeña constructora, con la que está cayendo, pagaba el alquiler de un chalet donde el joven celebraba fiestas y recibía a secretarios de Estado, a altos cargos de la patronal y demás hierbas?

¿A quién o quiénes tiene agarrados por salvas sean las partes para que todo el mundo guarde un vergonzoso silencio?

Si alguien escribiera una novela sobre este personaje, entraría con todos los merecimientos en el género de la ciencia-ficción y, mucho me temo que esto no ha hecho más que empezar.

Estaremos atentos.