Cuando secuestrar un avión era tarea fácil: la historia de D.B. Cooper

En la década de los 70 se podía comprar un billete de avión con un apodo y viajar sin controles. Ello propició secuestros aéreos como el protagonizado por D.B Cooper, a día de hoy en paradero desconocido, tras llevarse el dinero y saltar del avión
Retrato robot de D.B. Cooper realizado por el FBI

Hoy en día nos es imposible imaginar el subir a un avión comercial sin haber pasado un control de seguridad, pero hasta mediados de la década de 1970 los controles brillaban por su ausencia, sobre todo en los vuelos domésticos o nacionales. El elevadísimo número de secuestros aéreos, el más famoso el de Dawson´s Field en 1970, en el cual terroristas palestinos lograron capturar cuatro aviones, hizo cambiar las normas. Y es que este no fue ni el primero ni el último de los secuestros aéreos del Frente Popular para la Liberación de Palestina, que junto a grupos izquierdistas como la alemana Fracción del Ejército Rojo (RAF por sus siglas en alemán), llevaron a cabo la mayor oleada en la historia. No obstante, no todos los secuestros estaban motivados por causas ideológicas. Algunos se debían a lo que se pasaría a conocer como ‘piratería aérea’, por simples motivos económicos. Es el caso del protagonizado por el estadounidense D.B. Cooper.

“Señorita, será mejor que mire esa nota. Tengo una bomba”

El alias D.B. Cooper pertenece a un hombre de nombre desconocido que compró un billete con ese apodo, ya que en la época no hacía falta presentar ningún tipo de identidad a la hora de viajar en avión, para el Vuelo 305 de Northwest Orient Airlines con ruta Portland-Seattle el 24 de noviembre de 1971. Poco tiempo después del despegue, aproximadamente a las 15:00, Cooper entregó una nota a la azafata Florence Schaffner, quien en un primer momento no la leyó, pues pensaba que el pasajero trataba de ligar. No obstante, al ver que la azafata se guardaba la nota sin haberla leído, Cooper se acercó a ella y le susurró: Señorita, será mejor que mire esa nota. Tengo una bomba.

Tras enseñar al capitán el explosivo que tenía guardado en el maletín que llevaba de equipaje, Cooper pidió un rescate de dos mil dólares (1.291.326 dólares actuales), cuatro paracaídas y un camión de combustible en Seattle para repostar al aterrizar. Las autoridades accedieron a pagar el rescate y tras aterrizar en Seattle el pasaje fue liberado, si bien casi todos los integrantes de la tripulación permanecieron como rehenes. Cooper, quien suponía que en el aeropuerto habría francotiradores, no salió del avión en ningún momento. Tras recibir el rescate por parte del FBI, a las 19:40 el Boeing 727 de Northwest Orient Airlines despegó en dirección a México, donde Cooper había dicho que tenía planeado huir, con una escala en la ciudad estadounidense de Reno para repostar. Como relató la azafata Tina Mucklow, que permaneció junto al secuestrador durante casi todo el incidente, este nunca perdió la calma, a pesar de que dos cazas Convair F-106 Delta Dart de la Fuerza Área y un avión de entrenamiento Lockheed T-33 de la Guardia Nacional siguieron al aparato desde el inicio del secuestro.

 

El Boeing 727 utilizado en el secuestro aéreo.

 

El secuestrador desaparece del avión en pleno vuelo

Dentro del avión permanecían Cooper, Tina Mucklow, el piloto William Scott, el copiloto William Rataczak y el ingeniero de vuelo Harold Anderson. Cooper dio órdenes claras de que la zona de pasajeros debía permanecer despresurizada, algo que no ocasionó problemas pues el avión volaba más de mil seiscientos kilómetros por debajo de la altura normal. El Boeing 727 tenía entre sus característica específicas una puerta trasera. A las 8:00, en la cabina del capitán, donde se encontraba toda la tripulación, se encendieron las luces que indicaban que esta puerta trasera se había abierto. Cuando a las 22:15 el Boeing aterrizó en Reno ya no quedaba rastro de Cooper. Debido a la mala visibilidad, los cazas que seguían al aparato no pudieron ver dónde cayó el secuestrador.

Lo ocurrido con Cooper sigue siendo un misterio. Son muchos los que creen que murió al lanzarse en paracaídas, ya fuese al chocar con uno de los numerosos árboles que pueblan los bosques del noroeste estadounidense o porque los paracaídas dados por el FBI hubieran sido saboteados. En 1980 un niño encontró parte del dinero de Cooper, que estaba marcado, en el Río Columbia, al sur del estado de Washington. De cualquier forma, tras cincuenta años, los restos de Cooper, en caso de que hubiese muerto al caer, todavía no han aparecido.

De todas las teorías sobre la identidad de Cooper, una de las que más sentido tiene es la de que se tratara de Floyd McCoy, un veterano de la Guerra de Vietnam que un año después, el 7 de abril de 1972, secuestró un Boeing 727 de United Airlines con ruta Nueva Jersey-Denver-Los Ángeles, recreando a la perfección el éxito de Cooper, saltando en paracaídas a través de la puerta trasera del aparato. Sin embargo, McCoy fue arrestado y encarcelado en la Prisión Federal de Lewisburg, en Pensilvania. En 1974 logró escapar tras fabricar una pistola a base de pasta de dientes seca. El 9 de noviembre de ese año murió en un tiroteo con el FBI en la ciudad de Virginia Beach.

Las similitudes entre los casos de Cooper y McCoy hacen pensar que pudieran ser la misma persona, si bien  lo más probable es que la verdadera identidad de D.B. Cooper nunca sea descubierta.