El Club Xeitu acaba de editar un nuevo libro de su colección de toponimia, titulado ‘Toponimia de Rabanal de Abajo’. El compendio de los nombres de los parajes de esta pequeña localidad del leonés valle de Laciana ha sido elaborado por José Rodríguez Álvarez y Electo González Sabugo, contando con la participación de Ignacio Prieto Sarro, director de la colección y encargado, en este volumen, de la introducción, notas y cartografía.
A través de 138 páginas del que es ya cuarto libro de la colección que hace dos años inició el Club Xeitu, se repasan las más de 1.000 hectáreas de terreno del pueblo, parte de las cuales ocupó un embalse construido en la década de los años sesenta, que convirtió las mejores tierras de pasto y uso agrícola en una lámina de agua.
El libro recoge precisamente “un paseo” por el pueblo y sus alrededores antes de la construcción de esa obra hidráulica, paseo en el que afloran todo tipo de detalles, desde la Casilla del Caminero y la Caseta del Guardabarreras del ferrocarril minero Ponferrada-Villablino, hasta la pequeña central hidroeléctrica del pueblo, de la que cuando decaía la energía hasta el extremo de apenas lucir las bombillas de las casas se decía la ocurrencia “arriba Valiente”, en alusión al dueño, Valentín Fernández.
Una parte considerable del acervo toponímico local se ha recogido en las páginas del libro, desde la Casa del Cazador hasta la de Antón el Terrible, desde el Barrio de Gómez al del Condado, El Arbichal a Los Arenales, los prados de Barzanacabada al Pozo de las Ameceduras donde el río de Caboalles afluye al Sil. También hay espacio para topónimos aún utilizados cotidianamente y otros olvidados en el albur de la memoria colectiva como El Chumbón, La Matona, las tierras de Tras de Panes o los prados de secano de Los Santos, o las tierras de labor de Las Linaronas o Las Linares.
Entre otras curiosidades, se cita la fuente de Matalachana, manantial en el monte del mismo nombre desde el que parte la traída de agua particular construida en 1928 por 34 vecinos de Villablino. Otro de los pasajes más curiosos es el dedicado a El Otsadoiro, del que dice la leyenda que debe su nombre a la “olla de oro” de algunas explotaciones auríferas romanas, mientras otras voces lo vinculan con el aullido del lobo y otras con las ‘otseras’, típicas construcciones de las brañas en las que antaño se dejaba recogida la leche recién ordeñada para mantenerla fría.
Completan el trabajo fotografías, mapas y anexos con algunos documentos históricos, uno de ellos el artículo aparecido en el periódico local ‘La Montaña Leonesa’ en 1959, cuando la obra del embalse de Las Rozas era ya inminente, con el sobrecogedor titular “El Valle de Laciana herido de muerte”. El anónimo cronista lamenta la pérdida de una inmensa pradería “unida en estrecho abrazo con sentimientos, recuerdos, afanes de ayer y hoy, laboriosidad y los ecos de aquellas canciones populares, al segar, esmarallar, secar, apañar, amontonar y conducir a los pajares con las yuntas del ganado, las sabrosas y nutritivas hierbas que alimentarán el ganado vacuno, lanar y cabrío, durante la prolongada temporada invernal”.