El pozo Salgueiro, la última mina de carbón de interior que quedaba abierta en la comarca del Bierzo, afronta hoy su última jornada de actividad. Después, echará el cierre a una historia de un siglo de duración en el que el mineral y la actividad energética que lleva asociada situaron en el mapa a esta zona del noroeste peninsular y permitieron el crecimiento de pueblos y ciudades de un marcado carácter minero. Con la salida del sol, los escasos trabajadores que aún quedaban en la explotación traspasaron por última vez el umbral de la bocamina para recoger el material que alberga en sus entrañas y desmantelar la infraestructura. La rabia y la incredulidad eran el sentimiento compartido por José Manuel, Dani, Alberto, Francisco, ‘Michi’ y José Antonio, los últimos mineros de la centenaria cuenca berciana.
Al inicio de su jornada, José Manuel Martínez, ingeniero y director facultativo de la explotación, intentaba encontrar las palabras para describir el “cúmulo de sensaciones y sentimientos” con el que afrontaba este último día de trabajo. “No entendemos muy bien lo que está pasando, pensábamos que nunca iba a llegar este momento”, explicaba el ingeniero, que recordaba que en los últimos años toda la actividad del sector avanzó “a trompicones”. “Parece que esta vez ya está todo decidido”, asumió con resignación el joven natural de Castropodame.
A sus 33 años, y con ocho de experiencia en el sector, tres de ellos en Salgueiro, José Manuel asume que tras el cierre sólo quedará “buscar un futuro aquí o donde sea”. “Seguramente el futuro que nos aguarde sea la emigración, aquí no queda nada”, lamentó el director de la explotación, que recordó que los diferentes expedientes de regulación de empleo que han afrontado muchos trabajadores del sector en los últimos años les han dejado con las prestaciones agotadas. Ese futuro tampoco llegará, en su caso, por la vía del último acuerdo marco del sector, firmado hace escasas semanas. “Para mí no hay ninguna esperanza, las gentes de las contratas nunca hemos figurado en ningún plan del carbón”, explicó.
La misma situación afronta Alberto Martínez, también de 33 años. Con 12 de experiencia en el sector y tras pasar por otras explotaciones como Alto Bierzo, su condición de obrero de una subcontrata tampoco le permitirá acceder a las ventajas sociales del último plan del carbón. “Es una pena, se han cargado una comarca”, lamenta Daniel Heras, picador que sí podrá beneficiarse de los planes de prejubilación. Preguntado por la situación de los compañeros que quedan fuera del nuevo marco laboral, Dani, que durante 22 años ha trabajado en diferentes explotaciones de la cuenca, lamenta que “no se les ha dejado una opción de futuro”. “No todos vamos a poner viñas, manzanos o una casa rural”, explica.
Originario de la localidad de Santibáñez del Toral, en el corazón de la cuenca minera, Daniel, de 41 años, asegura que el ser minero le viene de familia. “Mi abuela, mi abuelo, mi otro abuelo, mi padre, mis tíos, mis primos… Soy el último que queda de toda una saga”, relata el picador, que considera que “uno nunca se va desvincular de esto aunque lo cierren”.
La misma historia de vinculación familiar con la mina se repite en el caso de José Antonio Álvarez, vigilante de la explotación y hermano e hijo de mineros. En sus más de dos décadas en el sector, José Antonio ha trabajado en otras explotaciones que afrontaron procesos de cierre como Brañuelas o Virgilio Riesco. “Hemos ido pasando de unas a otras, pero ahora la situación es más complicada, porque en las otras veces ibas recolocado, tenías tu trabajo”, explica.
Con 43 años, el vigilante de la mina parafrasea a Antonio Molina para hablar de “un futuro muy oscuro”. “Esto se acabó, hoy será el último día y no habrá más, somos los últimos que quedamos”, asume con la resignación del que “no puede luchar contra las inclemencias del tiempo”. El último clavo en el ataúd llegó con el anuncio del cierre de Compostilla, la central térmica a la que se destinaba el carbón extraído en la mina. “Si aún quedaba una mínima parte de esperanza, sin nadie que compre carbón no se puede hacer nada”, admite.
También se define como el último representante de una familia minera de Bembibre Miguel Ángel Estévez ‘Michi’, quien tras alternar periodos de trabajo en diferentes explotaciones del grupo Uminsa en Asturias, como Cerredo o Tineo, no duda en definir el cierre de la última mina de carbón del Bierzo como “una putada”. “Esto se acabó y ahora, ¿dónde irá la gente?”, se preguntaba antes de bajar al pozo.
Por su parte, el picador Francisco Antelo lamentó que los planes de cierre del sector no den salida a los trabajadores excedentes a través de recolocaciones en otros empleos. “Los planes del carbón nunca contaron con las contratas”, subrayó este operario con más de 22 años de experiencia en la minería y representante también de la tercera generación de la familia en el sector. “Habrá que buscar otro trabajo, hay que ganarse el garbanzo por otro lado, esto es lo que hay”, reconocía con resignación.
Instantes antes de encarar la rampa de descenso al pozo, la resignación deja paso a un aviso a navegantes, al señalar que los incrementos que provocará en la factura de la luz un eventual abandono del carbón como fuente de generación creará una corriente de pensamiento favorable a la reapertura de las explotaciones. “No las abriremos nosotros, las abrirá la gente”, vaticina.
Casi 200 trabajadores
La jornada de hoy era la última en el pozo Salgueiro, situado en la localidad de Santa Cruz de Montes, perteneciente al municipio de Torre del Bierzo. Esta mina de tres plantas, con un kilómetro y medio de galerías en sus entrañas, arrancó su andadura a finales de los 70 en el pozo viejo, cuyo castillete se desmanteló el año pasado. A principios de los 90, la mina empleaba a cerca de 200 trabajadores y producía casi 80.000 toneladas de carbón al año, lo que llevó a crear, en 1996, un nuevo proyecto de explotación, con un segundo pozo.
Tras la adquisición por parte de Uminsa, en 1999, la mina se mantuvo con actividad intermitente hasta el día hoy gracias a un contrato para suministrar a Endesa que llegaba hasta el 31 de diciembre. Con la liquidación de la compañía minera propiedad de Victorino Alonso y el cierre, en el día de ayer, del cielo abierto que Uminsa explotaba en Fabero -la Gran Corta-, sumado a la clausura hoy de Salgueiro, la minería de carbón que ha servido durante un siglo como hilo con el que muchos bercianos tejían su historia familiar escribe sus últimas palabras.
La semana que viene, mientras acaban de preparar la mina para su paralización definitiva, los operarios retirarán las bombas de agua, lo que provocará que la explotación quede completamente inundada en el plazo aproximado de un mes. Esa imagen y su alto contenido simbólico, representando a un Bierzo cada vez más anegado, dejará patente que, en lo referente al carbón, los habitantes de la comarca recordarán el de hoy como el día al que no siguieron más días.