El principio del fin

Porque si nadie lo remedia, el guión está escrito y establecido: el carbón mineral como fuente de energía se ha dejado de utilizar frente al todopoderoso petróleo. Es más, también el oro negro parece tener sus días contados una vez que se decida la pugna entre la nuclear y las denominadas limpias.

Jefes de sección, de Redacción, directivos y columnistas de medios de comunicación nacionales a los cuales tengo por compañeros y conocidos, y con los que converso con asiduidad me echan en cara cómo los medios de comunicación de las zonas mineras nos entreguemos a la furibunda defensa del carbón. Poco menos que de cafres nos pintan y califican. Por más que intento, en vano, explicar pedagógicamente lo que supone no sólo en términos económicos, sino sociales y hasta sentimentales o de esencia de todo un pueblo la industria carbonífera, siempre terminan rebatiendo que el carbón fue el motor del XVIII, del XIX y hasta de principios del siglo XX, pero hoy es una energía obsoleta, sucia y superada técnicamente. Me hierve la sangre, pero parte de razón tienen. Mi argumento insiste en que buena parte del actual plantel de Carbunión es autosuficiente y no deficitario, que a lo sumo una serie de empresas tendrían que cerrarse, pero no todas porque son rentables y acordes, en su quehacer, con las estrictas normas conservacionistas restaurando montes enteros tras su explotación interior. Que sólo los más baratos, más profesionalizados y los autosuficientes deben sobrevivir. Que tiene que quedar al menos una pequeña reserva estratégica cuya futura combustión limpia para centrales térmicas sea un seguro de energía ante un gas que viene del sur y del norte, no siempre políticamente estable y económicamente rentable. Y aún más, que no y mil veces no podemos caer en la nuclear, que tenemos ejemplos como Chernobyl, Fukusima y otras crisis en centrales que empeñan la salud y la vida por generaciones a efectos de la contaminación silenciosa, invisible pero letal que provocan. Que me parece genial que Repsol compita en el mundo con las norteamericanas y británicas, pero que robos como el perpetrado por Argentina, dejan mucho que desear sobre la confianza de las multinacionales energéticas españolas. Somos…algo pequeñito…como aquella horrible canción de Eurovisión. Pero sobre todo, que no se puede condenar a varias zonas de España, entre ellas al Bierzo y buena parte de León, por unos centenares de millones de euros de golpe y porrazo. Sí, sabemos que estos mineros y sus familias son los últimos de Filipinas, que como en el cuento del pastor bromista y el lobo, alguna vez iba a venir de verdad, pero todavía estamos a tiempo de corregir el golpe, las formas y los tiempos. Nadie se cree que habrá minería en los términos actuales más allá del 2020, pero es que para llegar a la próxima década, aunque sea como mínima reserva estratégica, antes hay que poder pasar el 2012, el 13, el 14… en lo que al parecer es el verdadero y definitivo principio del fin. Asumamos la realidad, pero negociemos a muerte las condiciones de nuestra digna y merecida retirada.