Tengo un amigo muy serio que dice. “A mí la Espe me pone”. Se refiere, por supuesto, a la atracción que siente por el personaje de moda del Partido Popular: Esperanza Aguirre.
Yo, que no llego a ese extremo, reconozco, no obstante, que es una mujer que tiene algo especial que hace de ella un personaje irrepetible en la escena política española.
Quizá el rasgo más destacado es el desparpajo con que se mueve por el mundo; Ya sea de concejala del Ayuntamiento de Madrid, de Ministra de Educación, Cultura y Deporte, de Presidenta del Senado o de Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Por todos esos sitios ha circulado haciendo gala de un morro infinito, que le ha servido, casi siempre, para salir airosa de situaciones comprometidas, vinculadas a sus legendarias meteduras de pata.
Sus lapsus, errores, “cagadas” y demás estropicios abarcan todos los ámbitos, porque se siente capaz de pontificar de casi todo.
Así, envió a los docentes madrileños una carta, para pedirles comprensión por los recortes salariales, en la que había varias faltas de ortografía.
“Es una mala noticia para la Comunidad de Madrid que la sede de una empresa eléctrica, que es multinacional, y que es una de las grandes empresas españolas multinacionales, se traslade fuera del territorio nacional“. Se refería al traslado de la sede de Endesa a Cataluña.
“Franco era bastante socialista”, dijo en 2008.
“A los arquitectos los tendrían que matar a todos. Por eso tendrían que poner la pena de muerte. Me caen mal porque sus crímenes perduran más allá de su vida“.
Y se quedaba tan ancha. Como cuando siendo Ministra de Cultura le preguntaron por “Airbag” la divertida película de Juanma Bajo Ulloa y respondió muy seria que sólo veía películas españolas.
Pero lo que me tiene verdaderamente pasmado es el poder que tiene sobre el propio Mariano Rajoy. Desconozco si sabrá algún secreto inconfesable del Presidente, pero lo cierto es que actúa como si lo tuviera bien agarrado por alguna parte sensible de su anatomía.
Se postula como candidata a la alcaldía de Madrid, se pone a hacer campaña, y nadie se lo discute. Lo más duro que le dice el Presidente es que debe dejar la presidencia del partido en Madrid. Ella, ni puto caso. Que la dejará, o no. Ya veremos.
Y todo esto después de la trama de corrupción que se llevó por delante a un buen puñado de colaboradores suyos; después del incidente con los agentes de tráfico…
Después de treinta y seis años en política está de vuelta de todo. No hay término medio. Necesita estar, permanentemente, bajo el foco, en el “candelabro”, como esas plantas que se cultivan en casa y que necesitan muchas horas de luz para no morir.
Seguramente, no ganará la alcaldía de Madrid –o sí– pero, de lo que no tengo la menor duda es que, sea el resultado que sea, saldrá indemne.
Y hasta me apostaría un par de cafés a que le disputa la candidatura al mismo Mariano.
¡Al tiempo!