La ciencia dice que juntando hidrógeno y oxígeno en determinada proporción se forma un líquido que llamamos agua, cuya fórmula es H2O. Esto es algo que los estudiantes de química tienen que saber, si no quieren suspender. Ciertamente, aunque los científicos hayan descubierto la fórmula, no quiere decir que hayan inventado el agua, sino que al agua ya existía mucho antes de que apareciera el hombre sobre la tierra.
Por otra parte la fórmula en sí no dice nada, incluso su estudio puede resultar aburrido para los alumnos, al igual que el de otras muchas fórmulas y materias. Sin embargo, supongamos que alguien tiene sed y le ofrecen un vaso de agua, entonces sí que la saborea y agradece. Sólo así puede descubrir su importancia. Y si piensa un poco, se dará cuenta de que el agua no existe por casualidad, sino que ha sido pensada para que sea posible la vida. Es decir, descubre su sentido.
La ciencia puede avanzar y ha avanzado mucho en los últimos años. Hubo un tiempo en el que muchos científicos pensaban que la ciencia lo era todo, que daría respuesta a todas las preguntas y problemas del ser humano. De hecho a algunos les parecía que era incompatible ser científico y creyente, pero se olvidaban de la gran pregunta, que es la pregunta por el sentido de las cosas. No es lo mismo formular la composición del agua que saborearla o disfrutar viendo correrlas aguas saltarinas de un río o contemplar el inmenso mar azul o el oleaje. Afortunadamente aumenta el número de científicos cuya admiración ante la realidad les lleva a pensar en una razón de tipo superior, o sea que son también grandes creyentes.
Escribo estas líneas desde Madrid, donde me encuentro asistiendo a unas charlas sobre la nueva ley de educación. Creo que no es exagerado decir que la mayoría de los que la critican o de los que la defienden no la han leído. Seamos sinceros, no la han leído. La gran pregunta que nos podemos hacer es si la enseñanza que se imparte sólo sirve para preparar a los alumnos para un mundo cada vez más competitivo, o si les va ayudar a descubrir el verdadero sentido de la vida. Unos por cerrazón mental y otros por acomplejados para que no están muy por la labor. Si no consigue esto último, será en definitiva un enorme fracaso.