Los sindicatos mayoritarios, esto es, UGT de raíz socialista y Comisiones Obreras de origen comunista, trabajan intensamente para que la huelga general que han anunciado llevar a cabo el 29 de marzo sea un éxito. A tenor de las concentraciones y manifestaciones que durante estos días previos se están llevando a cabo en numerosos puntos de España, y en especial en Madrid, el descontento de miles de ciudadanos ha quedado patente. Pero, ¿realmente todo el mundo está cansado de este Gobierno? Mucho nos tememos que no, que lo que subyace en estas manifestaciones previas al 29M es una calculada conducción del malestar general por los tiempos que vivimos.
El Gobierno que preside Mariano Rajoy cuenta con un respaldo mayoritario de todos los españoles, de hecho la mayoría absoluta en las dos cámaras representativas es un mandato realizado por la ciudadanía que ha expresado su opinión mediante sufragio universal. ¿En menos de tres meses de su formación este Ejecutivo está “quemado”? Mucho nos tememos que no. No es así. Hasta los gobiernos de la centroderecha tienen un margen de tiempo para demostrar que sus primeras medidas surten o no efecto. Entonces, ¿a qué vienen estas prisas por montar una huelga a lo grande?
Cuando el señor Zapatero tomaba una decisión y tiempo después se veía equivocada o insuficiente para atajar la crisis económica los sindicatos no se rasgaron las vestiduras ni salieron en plan revolución bolchevique a los medios y a las calles. La hipocresía es tal que la caradura es el único calificativo que se acerca más a la actitud de los supuestos representantes de los trabajadores. El Gobierno del PP nos ha apretado el cinturón especialmente a los de siempre, cosa que la mayoría acepta a regañadientes porque sabe lo que sucede en la economía real, no en la de los mundos de la gran banca, la única y verdadera culpable de esta situación y la que debería ser el objeto de ira de todos nosotros. Eso sí, hay que esperar unos meses para ver si realmente estas decisiones gubernamentales tienen sus frutos, como en toda prueba empírica de acción y reacción. No es el momento de agitar más la cóctelera, a no ser que existan otros intereses espúreos que se nos ocultan.
Los sindicatos, o mejor dicho, la lucha de los trabajadores, es algo que en la historia contemporánea tuvo su papel y su relevancia. Gracias a personas así existen convenios laborales, derechos y no sólo deberes en los contratos de trabajo, voz y voto en muchos consejos de administración de entidades públicas y hasta en algunas privadas como las de régimen de cooperativa y demás. Pero a ciencia cierta, los últimos sindicalistas de clase y coherentes en su tarea sindical con su faceta política fueron Nicolás Redondo, ugetista que abandonó su escaño en el Congreso como protesta por decisiones de su partido en el Gobierno, el PSOE de Felipe González; y Marcelino Camacho, cofundador de CCOO en España. Con estos señores el que escribe este artículo no tiene absolutamente nada en común en cuanto a pensamiento dogmático, pero hay que reconocerles en su justa medida que lucharon por un ideal y fueron leales a sus principios hasta el final de sus días. Nada que se parezca con el de la barba y el otro del bigote, que como Trancas y Barrancas, los muñecos del programa televisivo favorito de mi hijo, siempre comparecen juntos ante las cámaras. Bueno, casi siempre. Y esos son los líderes más importantes de los sindicatos españoles. Cada día cobra más fuerza la idea de que el sindicalismo se ha convertido en un engranaje más del sistema, esto es, a favor del sistema, no de los “sistematizados”. Si el Gobierno nos exprime como a un limón, veremos si se pasa tanto como para lograr el esfuerzo contrario, es decir, enfriar más el consumo y la economía. Entonces es cuando deberían rectificar sus medidas o nos tendrían a toda la sociedad enfrente. Pero ahora no. No es el momento. El señor de las barbas y el del bigote sólo han saltado de sus asientos cuando los liberados sindicales disminuyen como nuestros ceros en la cuenta bancaria, cuando las ingentes cantidades de recursos públicos dejan de ir a cursos de formación, verdadero chocolate del loro, para estómagos de camaradas sindicales agradecidos y excusa para restar cómputo en el número de desempleados con la complicidad de las centrales sindicales. Los famosos Eres también se están produciendo en la burocracia de UGT y CCOO. Entonces sí, es el momento de ejercer de representante del trabajador, ¿qué trabajador, los suyos o los de toda la sociedad?
Mucho cuidado con dejarnos llevar por el lógico descontento de ver cómo derechos del ciudadano como la luz, el agua, el teléfono… Se ponen por las nubes y nos dejan la capacidad adquisitiva por los suelos. Ese malestar puede estar siendo conducido por los demagogos para parecer que el enemigo público número uno sea el Gobierno. Somos masa, sí, pero no un rebaño.