Llegabas al Harvard Yard y lo primero que te encontrabas eran dos instituciones que parecían eternas: el kiosco en Harvard Square y la Coop, la librería de la Universidad de Harvard.
La segunda sigue más flamante que nunca y la primera ya no existe. El kiosco de prensa más emblemático de Cambridge lo había fundado la familia del pintoresco Sheldon Cohen, que falleció en 2020 y era conocido como “el alcalde de Harvard Square”, enclave que la ciudad denominó en una placa como la Sheldon Cohen Island.
Cuando cerró en 2019, hubo tantas protestas que el municipio tuvo que ofrecer un plan alternativo para preservar una estructura que está declarada monumento histórico. Y se anunció su reconversión como un “centro cívico y cultural”, como si un kiosco no lo fuera.
Fundado por la familia Cohen, el kiosco de Harvard Square ha sido una institución social muy querida
Era un kiosco tipo Ramblas de Barcelona, con un amplio despliegue de ofertas periodísticas en el exterior, pero con un espacio interior donde se apilaban ordenadamente cientos de diarios nacionales y extranjeros y una gran variedad de revistas.
Era un oasis informativo, sobre todo para quienes éramos extranjeros. El ‘Out of Town News’ servía entonces a un colectivo de más de 25.000 profesores, estudiantes y empleados de Harvard. Podíamos trabajar en sus bibliotecas que almacenaban más de 20 millones de libros, pero aquel kiosco era nuestra meca periodística. Refugio preferido en una época en que la prensa internacional se compraba y pagaba con recargos notables dada la lejana procedencia de aquellas publicaciones.
El secreto que todos sabíamos, y toleraban los dueños del kiosco, era que te dejaban consultarlas, hojearlas y hasta tomar notas como si se tratara de incunables. Además, vendían entradas para conciertos y acontecimientos deportivos. Por eso con el tiempo pasó a llamase ‘Out of Town News & Tickets’.
He hablado con un colega que además de haber sido profesor de Harvard vive en unos apartamentos privados dentro del campus, y está desolado. Ben Compaine me cuenta que “las próximas generaciones pueden llegar a no saber qué es un kiosco, lo mismo que hoy no saben qué es hacer una llamada telefónica marcando rotativamente los números en sus diales”.
Boceto del nuevo centro cívico y cultural que sustituirá al kiosco de Harvard Square
El profesor Compaine, como muchos de nosotros, no es un nostálgico de las viejas tecnologías. Hace años fundó uno de los primeros sistemas de “respuestas telefónicas computarizadas”. Ya saben, aquellos que nos dicen lo de “su llamada es muy importante para nosotros”. Pero Ben era y sigue siendo un tipo realista (“el negocio es el negocio”), porque si llamabas al teléfono de su empresa, siempre te contestaba inmediatamente un ser humano.
Ahora me explica que el kiosco de Nini´s Corner, en el chaflán con la Coop, también ha cerrado y ahora es un restaurante de pizzas.
he recordado todo esto tras leer que el Financial Times vende hoy de lunes a viernes en las calles de toda Gran Bretaña tan sólo 5.681 ejemplares. Andrew Neil, antiguo director del Sunday Times dice que tal vez pronto solo se imprimirá la edición del FT Weekend. Cierto que su circulación es hoy mayor que nunca con más de 1.100.000 suscriptores de pago en todo el mundo (960.000 digitales y 140.000 impresos).
Y he recordado también una vieja idea que escuché hace ya casi 20 años a Michael Fairhead, ingeniero jefe de los diarios de Murdoch en Londres: “Juan Antonio, el problema no es la impresión digital sino la distribución. Xerox tiene hoy fotocopiadoras que pueden imprimir y encuadernar ediciones de diarios y revistas on demand ”
Impresión “on demand” en la librería Shakespeare & CO en Nueva York
Tal vez esa sea el “arma secreta” para resucitar el kiosco de Harvard: un kiosco digital donde se puedan imprimir en pocos minutos las últimas ediciones de cualquier publicación del mundo. O encargarla desde casa con una aplicación de nuestro celular y pasar a recogerla a una hora prefijada por el comprador. O encargarle a Amazon Prime que nos la traiga a domicilio como hoy nos deja en la puerta pizzas o hamburguesas recién salidas del horno.
Con los libros ya está pasando: por ejemplo, con la Espresso Book Machine, un artefacto patentado por Jason Epstein, antiguo director editorial de Random House y también uno de los cofundadores de la New York Review of Books.
Instalado ya en varios países empezó funcionando en librerías como la Shakespeare & Co. de Nueva York, el Harvard Bookstore de Cambridge o la PUF de Paris. Esta última lo anunció diciendo que podían imprimir y encuadernar, en menos de cinco minutos, cualquier título de Les Presses Universitaires de France.
Y es que los agoreros de la “muerte del papel” lo van a tener difícil cuando estos nuevos cajeros automáticos (ATM) expidan papel impreso con la misma facilidad que hoy suministran calderilla y papel-moneda.
Juan Antonio Giner en La Vanguardia