Ambas opciones son exclusivamente espejismos de tu interés.
La suerte y su contraria son dos, no una. Esta obviedad es el punto de partida para este paseo escrito sobre la verdad, la mentira y el quizá. La dualidad queda rota nada más empezar este camino. La presencia del "quizá" viene a nuestro rescate en representación de mi querida aliada de disertaciones: la duda. La suerte y su contraria tienen ahora tres caras. ¿Cuál es la verdadera? Anticipo que dos de ellas quedarán apeadas.
Deseada, temida, inesperada, buscada... La suerte y su contraria han sido en la historia objeto de mofa para los racionalistas y de devoción para los místicos. Lo empírico la descarta porque no se puede ni medir ni predecir. El esoterismo la abraza por representar perfectamente sus intangibles principios. Much@s nos decantaríamos por una de las dos vertientes, pero lo cierto es que todos somos racionalistas y esotéricos en nuestro interior. Albergamos lo tangible y lo intangible: razón y corazón.
La suerte y su contraria difícilmente podrán ser estudiadas por la ciencia en el futuro, ese tiempo que llegará también a ser historia. La razón es muy simple: determinar qué es buena y que es mala suerte tendría que atravesar el filtro del interés y éste último concepto nada tiene de empírico.
Si algo sucede de forma inesperada y relevante, podemos acudir a la suerte y su contraria en función de las consecuencias, calificando los resultados de una u otra forma siempre por una razón subjetiva. No obstante, la propia percepción sobre los hechos puede engañarnos. Lo bueno puede ser malo y, lo malo, puede ser bueno. Como bien digo al inicio de este artículo, la suerte y su contraria son sólo espejismos de nuestro interés. Es más, son espejismos de un interés variable, que diluye aún más la creencia sobre la buena y la mala suerte.
Un fantástico proverbio oriental pone de manifiesto que dos de las tres caras de la suerte y su contraria son espejismos. Son precisamente la buena y la mala fortuna, las dos mentiras que erigen, como siempre, al quizá (la duda) como la victoriosa realidad de los hechos. Es el siguiente:
"Él era un campesino oriental, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra. Un día su hijo se dirigió a él diciendo: ¡ Padre! Se nos ha escapado el caballo ¡ Qué mala suerte! El padre le respondió: Quién sabe, veremos que ocurre.
Tres días más tarde el caballo regresó junto otro ejemplar. El hijo volvió junto a su progenitor para decir: ¡Padre, qué buena suerte! Ahora tendré mi propio caballo. El padre le respondió: Quién sabe, veremos que ocurre.
Una semana después, el joven oriental quiso subir al caballo para domarlo. El ejemplar, no acostumbrado al jinete, tiró a éste al suelo, rompiéndole una pierna.
De nuevo el hijo se dirigió al padre diciendo: ¡Qué mala suerte padre! Ahora no podré colaborar en la recogida de la cosecha. El padre se acercó a él diciendo: Quién sabe, veremos que ocurre. El joven no creía a su padre, pues consideró que romperse la pierna era una evidencia de mala suerte.
Una semana después, enviados del rey acudieron a la aldea en busca de varones para llevárselos a la guerra. Se presentaron en su casa pero al ver al chico herido no fue reclutado...
El joven comprendió en ese momento que nunca hay que considerar a la buena y la mala suerte como absolutas. Lo que hoy es una fortuna mañana puede ser una desgracia y viceversa"
La suerte y su contraria. Ambas opciones son exclusivamente espejismos de tu interés.
Feliz semana a tod@s.
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