Mujeres grabadas en piedra

El Museo Arqueológico de Cacabelos conserva una pieza romana del siglo I con las inscripciones de dos personajes femeninos: la diosa a la que está dedicada y la sacerdotisa que le rinde honores
Altar romano dedicado a la diosa Degantina conservado en el Museo Arqueológico de Cacabelos / C. Sánchez

“A la diosa Degantia. Flavia, hija de Flavio, en honor de los Argaelos, en cumplimiento de un voto”. Este escueto texto, cincelado en el siglo I d.C. en un bloque de mármol que forma parte de la colección permanente del Museo Arqueológico de Cacabelos (Marca), esconde una historia secreta que pone de relevancia el papel de la mujer en la antigua sociedad que pobló la zona. Dos personajes femeninos son las protagonistas: Degantia, la diosa acuática a la que se rinde honores, y Flavia, a la que algunos investigadores atribuyen el rol de sacerdotisa de su comunidad. “Es una historia muy bonita que poca gente conoce, incluso aquí en Cacabelos, y lo importante de la pieza es que en una misma placa se dan dos nombres de mujer”, resume la directora del museo, Silvia Blanco.

Con poco más de medio metro de altura, la pieza no llama en exceso la atención a simple vista. “Son poquitas frases y está partida en el lado derecho”, reconoce Blanco. Ello se debe a que, siglos después de ser grabado, el bloque de mármol se reutilizó en el paramento de una casa particular y no fue hasta el siglo XX cuando las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento de La Edrada lo rescataron del olvido, en la zona en la que los investigadores sitúan el antiguo asentamiento romano de Bergidum Flavium, cuyo esplendor se extendió entre los siglos I y V.

Sin embargo, en sólo seis líneas de texto, la inscripción da pie a “una pieza muy singular”, ya que “hay muy pocas placas localizadas en la Península Ibérica que rindan honor a una divinidad indígena y femenina”, apunta Blanco. Esta deidad prerromana, propia de los pueblos astures que habitaban la zona antes de la conquista por parte del Imperio, está relacionada con el agua y la fertilidad y habitualmente se le realizaban ofrendas en zonas cercanas a fuentes y ríos. En el caso de Cacabelos, señala la directora del museo, se cumplen las dos condiciones, ya que en la zona próxima a La Edrada se encuentran tanto la fuente de la Salud como el curso del río Cúa.

En ese sentido, las hipótesis más fundamentadas consideran que el bloque podía formar parte de un altar, o ara votiva, en honor a la diosa Degantia, que servía de punto de encuentro para rendir el culto local. “Estamos en el siglo I, con el Imperio Romano en plena ebullición, pero todavía hay un sustrato prerromano muy importante en el que las diosas mujeres tienen una vigencia total”, recuerda Blanco. Al respecto, la responsable del Marca señala que tanto astures como romanos eran pueblos politeístas y que el Imperio “no tuvo miedo a esa herencia y no llegó a prohibirla, como sí hizo con el cristianismo”.

Ese respeto de los romanos a las antiguas creencias de los pobladores conquistados permitió la creación de una cultura pagana que se difundió durante la época medieval y que llega hasta la actualidad. Prueba de ello es la pervivencia de una mitología en ciertas zonas del Bierzo relacionada con las ‘ondinas’, personajes femeninos con largos cabellos dorados que en la noche de San Juan emergen de lagos y fuentes. Esto explica también la costumbre, arraigada hasta hace pocas décadas en muchos pueblos de la comarca, de llevar al ganado a bañarse al río en San Juan, apunta Blanco.

La directora del museo Marca de Cacabelos, Silvia Blanco, junto al altar romano dedicado a la diosa Degantina / C. Sánchez
La sacerdotisa Flavia

A las puertas de la celebración, el próximo viernes, del Día Internacional de la Mujer, el Marca rinde homenaje con su exposición temporal a un importante personaje femenino cuyas huellas se pierden entre los ecos de la historia: la reina egipcia Ankesenamón, hija de Akenatón y Nefertiti y esposa real del faraón Tutankamón. Según algunos historiadores, tras la muerte del faraón, ella podría ser la protagonista del caso Dahamunzu, un episodio de la historia egipcia en el que una reina viuda escribió una carta a los hititas, enemigos eternos de los constructores de las pirámides, en la que pedía que un príncipe extreanjero se casase con ella. El plan quedó desbaratado y Ankesenamón, la reina conspiradora, fue asesinada.

Pasados más de mil años de ese episodio, la pieza en honor a la diosa Degantia es testimonio de otro tiempo en el que también era una mujer la que ostentaba posiciones de liderazgo en la sociedad, como demuestra que el nombre de la persona que encargó la pieza sea Flavia, a quien la directora del museo no duda en definir como “sacerdotisa”. Pese a que era una ciudadana del Imperio Romano, cabe recordar que diversos estudios recalcan el importante papel que jugaba la mujer en la sociedad de los pueblos astures, llegando a batallar al lado de los hombres o a ejercer el poder político, en lo que algunos investigadores denominan ginecocracia o matriarcado.

Sin llegar a confirmar con certeza ese extremo, el texto supone un raro ejemplo de un caso en el que “una mujer habla en representación de una comunidad” y no figura como acompañante de un varón, ya sea como su madre, esposa o hija, tal y como apunta la historiadora de la Universidad de Santiago de Compostela Mar Llinares en su estudio ‘Las mujeres en la Gallaecia antigua’. Abundando en esa línea, los investigadores Manuel Ramírez y Mari Cruz González, señalan en un artículo publicado en 2010 por la revista ‘Paleohispánica’ que la fórmula “in honorem” utilizada en la inscripción “dota al texto de cierto aire oficial”. “Quizás Flavia esté actuando como intermediaria de su comunidad, lo que con toda prudencia podría denominarse sacerdocio”, afirman.

Altar romano dedicado a la diosa Degantina conservado en el Museo Arqueológico de Cacabelos / C. Sánchez
La migración de los argaelos

Un último secreto se esconde en la breve inscripción cincelada en la piedra y convierte a la pieza en objeto de estudio para investigadores de diversas universidades, como señala Blanco. Se trata de la mención a los argaelos, a los que los historiadores relacionan con los habitantes de Uxama Argaela, ciudad identificada con el Cerro del Castro, en Osma (Soria). La presencia de una pequeña comunidad de pobladores argaelos que acudieron a lo que hoy es Cacabelos, atraídos por la incipiente industria minera de oro que el Imperio creó en la zona, está documentada por diversas fuentes, que también acreditan su llegada a áreas próximas como Astorga y León.

Según afirma Blanco, estos pobladores “tenían que tener alguna relación con la sacerdotisa para que ella les hiciera publicidad en esa placa en donde se dejan elementos para que tengan pervivencia en el tiempo”, aunque eso no significa que ella formara parte de la comunidad. De hecho, el profesor de la Universidad de Alicante Juan Carlos Olivares, que ha estudiado la pieza en diversas ocasiones, considera que la ofrenda a Degantia pretendía en realidad honrar a los argaelos, ya que la deidad era su “diosa patria”. El reciente hallazgo de otra ofrenda en el Cerro del Castro, lugar de origen de este pueblo, en la que se lee una posible referencia a esta diosa parece reforzar esta hipótesis.