La carretera que va de Balboa a Parajís (también conocido como Paraxís) es sinuosa y muy estrecha en su último tramo, y discurre entre castaños y otros árboles frondosos que le dan un aire de cuento clásico. En Parajís, a donde llegamos acompañados por el alcalde de Balboa, Juan José López Peña, nos reciben Manolo y Marisol, únicos habitantes de esta aldea durante todo el año, quienes nos abren la ermita en la que se halla el motivo de nuestra visita: la única talla del demonio que se conserva –fuera de retablo- en España, a la que los vecinos del municipio llaman ‘cariñosamente’ demín, diminutivo de demo (demonio en gallego), pues en esta tierra que linda con Galicia el castellano y el gallego se funden en el hablar de sus gentes.
O demín de Parajís comparte presencia con otra talla, la que preside la ermita y le da su nombre, la del Ángel de la Guardia. Tal vez sea porque el diablo fue en su día compañero de San Miguel arcángel, corriendo a cargo de este último expulsarle del cielo por oponerse al mandato divino, tal vez se deba a una simple casualidad…
La talla de San Miguel, venerada desde hace décadas en la romería anual que cada primer domingo de octubre llega a Parajís para procesionarla y ‘pedir’ por los más pequeños, incluye a un niño que se abraza a sus piernas, de espaldas al demín. Así pues, parece que al menos la colocación de las tallas no se dejó al azar, más cuando a la derecha de San Miguel nos encontramos a un cristo crucificado, cuyo sacrificio, según el Apocalipsis, fue el que logró que el diablo y los demás ángeles ‘rebeldes’ fueran “confinados a tierra”, sin posibilidad de retorno al cielo.
En cuanto a la talla de o demo, ésta se encuentra muy deteriorada y hace años hizo falta sustituirle las piernas, comidas por la carcoma, por una base de madera nueva. Sus cuernos están rotos y en sus espaldas se aprecian unos herrajes que en su día debieron sostener unas alas. Los colores de su diabólica y burlona cara se han borrado, aunque la pintura negra que debió recubrir su cuerpo todavía es apreciable.
Nadie sabe ni cuándo ni cómo llegó la figura a la ermita
¿Y cómo acabó la talla en esta ermita?, preguntamos tanto en Parajís como en Balboa. Nadie lo sabe. Solo que desde el siglo pasado se encuentra allí, nos cuenta Juan José López Peña. De hecho, la ermita no es muy antigua y vino a sustituir a otra que se ubicaba en la misma aldea. Lo único que sí se sabe, se siente, es el respeto que se tiene a la escultura. El alcalde nos cuenta que son muchos los que dejan propina tanto al arcángel como al demín -dicen que por aquello que no se enfade- y nadie se atrevería a sacar la talla del pequeño templo, no vaya a ser que vuelva a suceder lo que dicen que pasó un noche en la década de los años 50, cuando cuatro jóvenes bebidos decidieron procesionar al demo desencadenando una serie de sucesos sobrenaturales que habría finalizado con la muerte anunciada de los hombres.
La leyenda de los jóvenes que ‘jugaron’ con el demín…
En el único bar de Balboa que ha vuelto a abrir sus puertas en esta primera fase de la desescalada del confinamiento quedamos con José Manuel Gutiérrez Monteserín, ex alcalde de Balboa, que ha accedido a contarnos la historia. A él se la contó uno de los protagonistas de la misma, apodado Vielo, una noche y tras unos cuantos tragos de más. “Le pregunté muchas veces pero solo dos conseguí que hablara, hacerlo costó mucho, tenía pánico a contar lo que pasó aquel día”, explica.
Gutiérrez Monteserín cuenta que conoció a tres de los cuatro hombres que en su día sacaron al demín de la ermita. La historia comienza con un noche de fiesta y demasiado alcohol. “Estaban de ‘zambra’ en Parajís y empezaron a decirse que todos los años se sacaba al Ángel de la Guarda de procesión pero que al demín nadie le hacia caso. Aquí, el demín no es el demonio en sí, el nombre es cariñoso: el demín, pobrín”, explica. “Así, se fueron a la ermita y cogieron al demín y lo sacaron cantando por la puerta, pero, tras unos pasos, el demín pegó un salto al suelo y desde allí a un castaño, y de nuevo al suelo y a otro castaño, hasta que una de las veces se tiraron encima y lo consiguieron coger y lo metieron de nuevo dentro. Entonces oyeron una voz que les decía que iban a morir todos de muerte no natural… y así fue”, nos indica Monteserín.
El excalde afirma que de los tres hombres que él conoció “uno murió aplastado por un carro; el de Castañeiras tuvo otro accidente -no me acuerdo- que no fue normal, y el último, el más joven, Vielo, de Chan de Villar, estando en la cantina de su pueblo les dijo a los chavales con los que jugaba a la brisca, “os voy a enseñar una canción: morreu Vielo, morreu Vielo, que Dios lo tenga en su gloria “, y después salió, y en la puerta de la cantina se quedó muerto, no sé sabe de qué”.
El conde Gatón y el maligno
Parajís, donde no hay más de cuatro casas, paso natural a Galicia, es conocido también por la hazaña del conde Gatón que, según la tradición, habría iniciado allí la reconquista del Bierzo, Astorga, León y Zamora. Los bercianos, ante la clara superioridad musulmana, se reagruparon en Parajís, donde iniciaron la contraofensiva.
Así, en esta aldea, que debió ser tierra de linaje nobiliario pues junto a la casa señorial que la preside se levanta un espectacular palomar, cuya construcción solo se autorizaba a los nobles, Gatón arengó a sus tropas. Y lo hizo con tanto ímpetu que, según la leyenda, en un ataque de ira sacó su espada, conocida como la charrasca, y asestó un golpe contundente que fue detenido por un árbol -el carballo de Paraxís- partiéndola en dos. Debido a este fuerte carácter, que además sería avieso y vengativo, dice otra leyenda que el conde tenía algún pacto con el maligno por lo que algunos asocian al demín con este personaje.
Muy curioso esto de los demines y muy bonito el pueblo