EBD Bueno, precisamente el mandil no, pero lo que sí fue echar el cierre a su negocio. Los mejores y más cargados kébabs de todo el Bierzo, sin duda alguna eran famosos por ello. Tres años le ha durado la aventura empresarial a este personaje, para cientos de jóvenes conocido, de la ciudad de Ponferrada.
Karim Alem es un joven ciudadano de Sri Lanka, antigüa provincia India y hoy una nación independiente, que hace años emigró desde su isla natal a la Europa de las oportunidades. Allí dejaba, como mayor de los hermanos que es, madre viuda con su parentela. "En mi país, cuando fallece el padre, el hijo mayor pasa a representar al cabeza de familia". Desde entonces, y no sin una aventura digna de protagonizar un texto de Dickens, viajó y viajó hasta recalar en la capital del Bierzo. "Primero trabajé con otros compatriotas y gente que conocí en un Kébab en el Centro Comercial El Rosal". Allí aprendió el oficio y los entresijos de ese tipo de establecimientos y pudo enviar sus primeras rupias a su familia.
Nunca ya tuvo vacaciones. Si acaso algún día que robaba al propio local que no funcionaba como debiera si él faltaba. Más que un matrimonio, se convertiría en una condena. Cuando uno entra en un kébab cree que allí todos son turcos, cuando en realidad suelen ser ciudadanos musulmanes de distintos países y hasta de diferentes continentes. El kébab es una comida inspirada en los puestos callejeros de carne a fuego lento con estufas de gas que van girando y son servidas al momento. "Allí las especias son mucho más fuertes. Las que servimos envasadas son más suaves, occidentalizadas", nos explica. Fue un empresario turco, ese señor bigotudo que vemos en todas las cajas, letreros y publicidad, el que en Alemania, donde los turcos son ya diez millones de almas, el que industrializó y creó un franquiciado mundial porque se dio pronto cuenta de que había que dar una comida lo más parecido del país a los millones de compatriotas repartidos por Europa. El resto, lo ha hecho la moda y el cambio de costumbres gastronómicas, especialmente entre los menores de 30 años.
Karím a penas conoce Ponferrada. El Castillo, la Estación de Autobuses, la Plaza de Abastos, el Centro Comercial...y poco más. Hace tres años, pagó un traspaso a unos ciudadanos paquistaníes que explotaban el Kébab ubicado en el Parque de la Tirolina. Como bar, por lo pequeño y poco coqueto, jamás había tenido éxito el local. Al final, este destino parecía tener más sentido en ese rinconcito de la ciudad. "Mucha gente joven, cerca de lugares de ocio. Tuve que invertir casi 5.000 euros en estos años, aunque solo he recuperado poco más de 3.000 que me ha devuelto el casero del local", explica Karim, quien siempre con una sonrisa, prefiere ceder a discutir.
Karim, efectivamente, le dio el impulso que necesitaba ese establecimiento del parque y del barrio de las Huertas ponferradino. Quien le conoce sabe que es incapaz de hacer daño a una mosca. "Soy bueno, sí, pero no soy tonto", y pone cara de enfado de niño grande. Su perfil en Facebook pronto se extendió como un reguero de pólvora. Lo intentó de todos modos: con un socio paquistaní que buscó mejor fortuna en Barcelona, con un empleado peruano con complejo o ritmo de Koala, con una camarera argelinaparlanchina pero poco eficaz, con un amigo berciano... Claro, él no podía servir y salir a repartir los pedidos a la vez.
Pronto cumplirá el tiempo establecido por Ley para pedir la ciudadanía española. Siempre ha querido aprender, estudiar. De hecho, los diccionarios, los periódicos y los cuadernos se apilaban en el mostrador en las largas horas de soledad. Infatigable conversador, su sociabilidad le hacía diferente. Su vida, realmente, era la de máxima entrega al trabajo. Vivía en una modesta vivienda cerca del establecimiento y a penas salía sólo para las compras y gestiones laborales. "Yo llevo cotizado autónomo como cualquier español. Estoy en regla. Pero luego a la hora de ser tratado hay mucho racismo, mucha mala persona", se lamenta.
Su casero, quería subir la renta, cuando en realidad "hace un año que no gano dinero, sólo cubro gastos, y tenía que tomar una decisión". Esta situación le abrió los ojos. "Buscaré otro trabajo. No tengo miedo". Mientras tanto, Karim ha dejado el Kébab y para muchos, el kébab era Karim. Hasta siempre.