Pitada

Ahora, cuando parece que ha amainado el temporal de frases hechas, inconveniencias, insultos y gilipolleces varias, proferidas por sesudos tertulianos, mercenarios del despelote intelectual, políticos, y otras  especies, sobre lo ocurrido en el Camp Nou en la final de la Copa del Rey, cabe hacer una reflexión lo más desapasionada posible.

Vaya por delante, para evitar interpretaciones erróneas, que a mí también me molestó la pitada multitudinaria que saludó al himno de España y/o al Rey.

Me molestó, no por mi patriotismo herido –no observo ninguna lesión–, sino porque me pareció una descortesía, una falta de educación, hacia quien ostenta la jefatura del Estado y hacia los millones de  españoles para quienes el himno de España es un símbolo intocable.

A partir de  la pitada, los excesos se sucedieron  de forma creciente: Se reúne la Comisión Antiviolencia, se denuncia a quienes habían hecho campaña a favor de la manifestación sonora, se quiere enchironar a los que repartieron silbatos, se habla de sanciones al Atlético  de Bilbao y al Barcelona y se alcanza el clímax con las declaraciones del portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, el inefable, inenarrable e indescriptible Rafael Hernando, que se despachó diciendo: “”Pitar el himno de España es un acto de intolerancia y demuestra que parte de  la sociedad está enferma”.

Fino diagnóstico. Lo que no dijo es si hay que amputar.

Hay que decir en su descargo que, según dicen sus compañeros de pupitre, ya era así de pequeñito. Lo único que se le puede achacar es que, desde parvulitos, estudió y  se entrenó a fondo para decir las mayores gilipolleces con el menor número de palabras. Lo malo es que, por el cargo que ostenta, habla en nombre del Partido Popular y, por añadidura, del Gobierno al que sustenta.

Tampoco me gustó la sonrisa del President de la Generalitat. Una sonrisa entre estúpida y engreída, congelada para siempre  en una fotografía, en la que contrasta con la seriedad del Rey, que ve la que le viene encima. El famoso “seny” catalán pasó de largo en la casa de Artur Mas.

Ni me gusta –cada vez menos– ese gerifalte de la Federación Española de Fútbol, que lleva tropecientos años viviendo como un duque a costa  de todos nosotros, y que es el responsable de que el partido se celebrara en Barcelona, Jesús María Villar.

Uno, que es un ingenuo, se inclina a creer que esa decisión fue un problema de neuronas   y que no fue una cortina de humo para desviar la atención hacia otro lado. Así no se habla de auditorías a la Federación, de su vinculación con algunos de los encausados por corrupción en la FIFA, de esos ocho millones sin justificar…

Sospecho que la vía judicial de los hechos denunciados tiene poco recorrido. En 2009, el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, rechazó la denuncia de una pitada similar acaecida en Valencia con motivo de la misma final entre los mismos equipos. Según el auto, ni hubo delito de injurias al Rey, ni apología del odio nacional ni ultraje a España.

El Reino Unido, probablemente el país más monárquico del mundo, no tiene Copa de la Reina.

Tiene la FA Cup, la Carling Cup y la Community Shield.

¡Quién sabe!