Este viernes abre en La Portela de Valcarce la pizzería Rock & Roll Pizza, un local regentado por una pareja extranjera, el norteamericano David y la alemana Petra, quienes se enamoraron del Camino de Santiago hace ya algunos años. Además, en el piso superior de la casa que han comprado -tras una larga búsqueda- a una familia berciana y rehabilitado se encuentra un pequeño albergue, denominado Vagabond Vieiras, para “descansar antes de subir a O Cebreiro”. Junto a la casa proyectan construir un escenario para ofrecer conciertos en directo. Hasta ahí nada nuevo, pensarán quienes lean estas líneas. Pero se equivocan. Porque Rock & Roll Pizza es mucho más, un concepto de negocio que aúna gastronomía, música y cultura ‘rockera’.
La marca reúne en la actualidad a cuatro pizzerías de Los Ángeles (USA) que destacan no solo por la calidad de su producto sino también por haberse labrado una leyenda como locales de música en directo. De ello da fe nada más y nada menos que Rolling Stone, la revista dedicada a la música y a la cultura (y a la contracultura) más famosa del mundo. En su edición de diciembre de 2013, la publicación incluye un artículo de la actuación que por sorpresa dieron los Foo Fighters en un Rock & Roll Pizza a modo de calentamiento previo a su gira de ese año.
Ahora, David y Petra quieren importar su modelo de negocio a La Portela, donde además de sus ricas pizzas y ensaladas prevén traer tanto bandas nacionales como internacionales. Quien sabe, tal vez algún día nos sorprendan con los propios Foo Fighters, o con los Chevy Metals, el nombre que adoptan los mismos músicos para tocar en los locales de los amigos, un formato tipo club, con menos público pero mucho más cercano.
Los secretos de la masa
Por el momento, todo está listo para la inauguración del viernes, y eso incluye la masa de sus pizzas pues, aunque se trajeron su receta ‘secreta’ de Los Ángeles, la diferencia de altitud, de humedad, de quién sabe el qué (¿la magia del Bierzo Oeste?), les ha hecho variarla hasta dar con el punto deseado. “Al principio crecía muchísimo”, explica David. Además, la pareja ha aprovechado esta época de pandemia para dar el empujón final que necesitaba el negocio y finalizar las obras de la que esperan que sea su vivienda habitual, en el lugar del mundo en el que desean retirarse. Ello no evitará que sigan viajando a temporadas a Los Ángeles donde, con sus hijas, y después de traspasar los restaurantes a modo de franquicia, se dedican al abastecimiento de pizza a macrofestivales. Hasta cuatro trailers reconvertidos en grandes cocinas, con sus correspondientes hornos, han llegado a poner en marcha para dar servicio a eventos que han reunido hasta 150.000 personas. Como anécdota, también han utilizado un camión de bomberos adaptado a dicho fin. Todo un espectáculo, porque la historia de David y Petra no se puede desligar del show business y tiene mucha miga, mucha más que la de esas primeras pizzas con las que experimentaban en La Portela.
Cuando David y Petra se conocieron gracias a Stiv Bator
A finales de los 70, el adolescente neoyorkino David comenzaba su periplo como guitarrista en el primero de los grupos punk con los que tocaría durante varios años. De madre sevillana y padre lisboeta, David -que habla perfectamente español-, que también toca el piano y el chelo, se dio rápidamente cuenta que se ganaba más dinero vendiendo camisetas, pegatinas, chapas y otros artículos que tocando. Así, cambió de tercio y se encargó del merchandising de varias bandas a las que acompañaba en sus giras.
Mientras tanto, otra teenager, Petra, comenzaba a dar forma en su cabeza a la que sería la boutique punk rock pionera de Múnich, su ciudad natal. Su primer gran encargo fue el diseño y producción de ropa para las actuaciones en directo de los Scorpions. Unos años después, Petra se trasladaba a Londres, capital del punk por aquel entonces y donde los chicos de grupos como los Sex Pistols ya habían comenzado a dar guerra. Así, abrió tienda en Kensington Market, donde también tuvo un gran éxito. Fue en esa época en la que David y Petra se conocieron gracias a un amigo común, el difunto Stiv Bator, el famoso cantante y guitarrista de The Lords of the New Church.
Rumbo a LA
Años después, la pareja se trasladaba a Los Ángeles, donde Petra trabajaría hasta para Prince, para quien llegó a cerrar su tienda en una visita privada y que se ‘infló’ a comprarle, entre otros productos, anillos. Eso sí, sin intercambiar una palabra, pues todo lo que deseaba el ‘Príncipe’ se lo pasaba por escrito a su asistente, y este a Petra. No en vano, el autor de Purple Rain ya era conocido por su extravagancia, la misma que le haría cambiar su nombre a Love Symbol. Mötley Crüe y el mismísimo Michael Jackson fueron también clientes de Petra, sin olvidarnos de unos principiantes Gun N’Roses. “Hubo una época en la que ponías la MTV y no había vídeo en el que no saliera alguna prenda suya”, recuerda David, que añade que el cine fue otra fuente de recursos para el próspero negocio.
Y entonces llegó el Grunge y Rock & Roll Pizza
Pero entonces llegó el Grunge, y la ‘lujuria’ de tachuelas, cadenas y vistosos tejidos se acabó. El negocio de Petra se resintió cuando Nirvana puso de moda la camiseta lisa y los vaqueros de supermercado. Hasta el mucho más joven Smiley del Acid House sucumbió ante la eclosión de los de Seattle.
Tocaba reconvertirse, y David tuvo la idea de cómo hacerlo conversando con su vecino Elliot Easton, neoyorkino emigrado a LA y residente en Bell Canyon como él, y además guitarrista de los Cars. “Aquí en California no hay buena pizza como en New York”, comentaron un día. Y una cosa llevó a la otra y un tiempo después ambos se asociaban para crear el primer Rock and Roll Pizza. Y aquí se cierra el círculo -grosso modo- de este reportaje. Esperemos que en La Portela, a partir del viernes, David y Petra comiencen a escribir un nuevo capítulo de su vida, al menos la mitad de interesante que los anteriores, y, esta vez, en pleno Camino de Santiago, en el Bierzo.