Se buscan valientes

Tal y como se ha puesto la política local no se puede decir otra cosa. Se buscan valientes, sí. Porque hay que estar un poco loco y tener una serie de requisitos como paciencia de Job, mano izquierda y mucha capacidad de diálogo para meterse a aspirante al sillón principal de la Corporación ponferradina.

En primer lugar, nada ni nadie garantiza la victoria, y mucho menos por mayoría absoluta. Con lo que hay que andar pensando en una segunda o hasta en una tercera fuerza política de apoyo, de pacto. Y que el pacto dure cuatro años sin fisuras, que esa es otra. Los egos, los intereses personales o de partido, o incluso la fuerza que da el poder, no contribuyen la verdad.

Por otro lado tenemos a los tres o cuatro temas enquistados, ya se saben, la basura y limpieza, el Tup, el Mundial de Ciclismo, etc. Pero no queda ahí la cosa, también que tengas la suficiente maestría para pactar unos presupuestos que en el fondo no son sólo los tuyos, sino con la visión e interés de las fuerzas con quienes hayas pactado.

Tampoco se ha finalizado el calvario. Queda la cuestión interna. La casa de todos los ponferradinos está que arde. No hay buen ambiente. Las guerras entre secciones, altos funcionarios públicos y las anécdotas semanales que transcienden son desconcertantes. Y el político, en medio de todo ese fregado intentando imponer su programa, su visión de las cosas y chocando con una burocracia y una legalidad cada día más alejada del cargo electo y más en manos del funcionariado.

Y sin con todo esto no se ha convencido el aspirante, queda una izquierda fragmentada en  múltiples ofertas partidistas y de agrupaciones nacientes, así como una derecha que parece, si nadie lo remedia, a escoger entre tres opciones.

Desde el punto de vista periodístico la cosa pinta interesante, pero si tenemos una visión que busque lo mejor para la sociedad, mucho tememos que la Corporación pueda convertirse en un futuro gallinero donde quien sale desplumado sea el ciudadano.