Pues no, este fin de semana fue tranquilito, nada de aventuras, hicimos una pequeña excursión el domingo pero no nos perdimos, no tocaba. Aunque si nos llegamos a perder, teniendo en cuenta a dónde íbamos sería para no decirlo de vergüenza.
Pues eso que tengo la cabeza puesta en las vacaciones y no consigo pensar en nada más. No por las vacaciones en sí, que casi me da pudor decir que las tengo, oyendo a mi alrededor, mis hermanos incluidos, que nos las tienen porque no tienen un trabajo del que descansar. En fin.
Dicen que el gato escaldado del agua fría huye, creo que ese es mi caso. La primera vez que me iba a ir de vacaciones en estos últimos años (antes tampoco tenía de qué descansar), a mi padre le dio un infarto cerebral, así que al final tuve vacaciones de hospital. Bromeábamos con que estábamos en el balneario, recordando a mi madre (fallecida dos meses antes) que así llamaba a sus frecuentes ingresos hospitalarios.
Están también estos dos últimos años, en 2010 operaron en julio (también) a mi hermana Ana, así que agosto fue mes de convalecencia. Temo a julio más que a un nublado.
Y por supuesto el súper año 2011. Aquí la prota, harta ya de que fuesen los demás los que siempre llamaban la atención y de que sólo los ellos pudiesen contar batallitas de hospital, decidí estrenarme en esas aventuras a lo grande: ¡Sorpresa! Un cáncer, dos operaciones a principio de junio y luego de regalo una tercera en septiembre. Sí, tenéis razón, y los que me conocen lo saben, yo no sé hacer las cosas despacito, de una en una o con discreción. Tanto esperar me dio una prisa que para qué. Casi media vida sin visitar al médico más que para lo corriente, y eso poco: catarros, sinusitis, gripes, muelas del juicio, alguna tendinitis poquita cosa y nada llamativo; pues ahora no salgo casi, casi, de ellos. Tengo que recuperar el tiempo perdido. Entre nosotros y sin que se entere nadie: hubiese pasado tranquilamente sin la experiencia. Eso sí, mi vocabulario se ha ampliado exponencialmente: se multiplica cada vez que tengo revisión médica. No veáis la de términos nuevos que manejo, algunos no sé si los pronuncio bien, otros sé fehacientemente que no soy capaz de pronunciarlos.
Claro está todas esas desventuras implicaron veranito de recuperación y carrerilla para la siguiente operación, y otra vez corre a recuperarte que tienes que comenzar tratamiento. ¡Que carrerón!
Vacaciones, lo que se dice vacaciones, no tuve o unas más largas que acabaron con mi paciencia.
¿Entendéis a dónde quiero ir a para? Miedo me da pensar en este año. Por si acaso el mes pasado ya avisé a mi familia: prohibido ponerse enfermo a nadie este año, incluida yo. Pues nada .
Si antes lo digo antes ingresan a mi padre. Ya está en casa, pero hasta que no me vea saliendo con mis maletas no las tengo todas conmigo. Aún así reconozco que estoy un tanto intranquila: ¿y si pasa algo estando yo fuera? Pues lo mismo que si estoy aquí al lado. Tengo que recordarme (y convencerme) a mi misma que no se puede dejar de vivir por lo que pueda pasar y menos por lo que a lo mejor nunca pasa.
Se me ocurre que quién así vive se olvida de la providencia, o mejor dicho de ponerse en sus manos y de que para un cristiano debe estar claro que sólo vivimos el hoy, el pasado ya pasó y el futuro no nos pertenece.
De todos modos no puedo evitar este año tener esos pensamientos, sorprendentes, porque no son habituales en mí. Imagino que necesito las vacaciones para relajarme y recuperarme anímicamente, eso sin hablar de físicamente.
En fin sea como sea, lo que si me toca es dar gracias a Dios por tener de que quejarme y motivos para descansar.
Basta de rollo, se nota que no tengo mucho que contar. Nos vemos en septiembre .y os cuento.