El dato de esta semana es lo suficientemente elocuente para reconocer que las cosas no se están haciendo nada bien, en las políticas de apoyo a la emancipación de los jóvenes. Y es que según el último informe del Consejo de la Juventud de Castilla y León, el 81 por ciento de los jóvenes con edades entre los 16 y los 29 años, siguen viviendo en casa con sus padres. Esta falta de oportunidades, que se presenta en una fría estadística, debería convertirse en la herramienta más potente de reflexión para encontrar una solución que deje “fluir la vida” y por tanto, el abandono del hogar de los jóvenes, que están en edad de labrarse un destino. Pero hasta llegar a ese camino de impulso, en busca de un sueño que meter en la maleta, los jóvenes, tienen que haber sido guiados convenientemente. La guía de la educación es el principal pilar de preparación para defenderse en este competitivo mundo y a formarse en sabiduría y también en comportamientos. Hay que empezar por el carácter y el interior, de cada una de esas personas, que se tiene que trabajar en las propias familias. Esas que muchas veces dejan la obligación, en exclusiva, para los centros educativos. Tiene que ser labor conjunta, con las competencias bien marcadas.
La sobreprotección siempre ha causado más inconvenientes que ventajas en la emancipación, y ahí padres, madres y tutores, tendríamos que ser capaces de poner las cosas más difíciles a nuestros “cachorros”, que en la mayoría de los casos, - y no digo que sean todos-, desconocen el verdadero sentido de las palabras sacrificio, trabajo y paciencia. Si cultiváramos conjuntamente en las familias y en los institutos esa capacidad de soportar algo sin alterarse, esa facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho, y apearnos como dice la psicóloga Patricia Ramírez de la cultura de “lo quiero todo y lo quiero ya”, el cambio… se convertiría en hábito, y con ese cambio el mundo para los jóvenes, pintaría de otra manera.
Pero lamentablemente estas pautas de conducta de las que nos gustaría presumir a todos los padres, tampoco garantizarían un futuro cierto para nuestros chicos, pero sí el aguante necesario para afrontar las situaciones más difíciles. Por sexos, la tasa de emancipación de las mujeres es muy superior a la de los hombres. A tenor de estas cifras, las mujeres tienen menos problemas para dejar la casa de sus padres, y me temo que entre otras, quizá la connotación machista esté detrás de ello. Todavía se sigue educando a las mujeres para roles y tareas de siglos pasados, como si los hombres no fueran capaces de hacer lo mismo que una mujer. En este estudio deberían de preguntar cuántos jóvenes varones, saben hacerse la comida o planchar su ropa. Seguro que algunos más que hace dos décadas, pero todavía los hay que no saben hacerlo, y esa tarea está como decíamos al comienzo de este artículo, en la educación que se recibe en las familias y en la educación primaria de los colegios. En el análisis de esta alta tasa de falta de emancipación de los jóvenes, la guinda de la responsabilidad está en las políticas sociales y de empleo que no ponen remedio a la falta de oportunidades, con empleos precario, y precios de viviendas inasumibles para los sueldos irrisorios que proporciona el mercado laboral. Así las cosas la estrategia de los jóvenes es posponer la incorporación al mercado de trabajo y continuar la etapa formativa durante unos cuantos años más en casa, estudiando más carreras, nuevos cursos de formación, grados, especialidades, hasta que el bolsillo familiar lo permita. Es grave lo que estamos contando, son preocupantes todos estos datos, y más aún saber que son más, las personas jóvenes que han emigrado a otros territorios, fuera del Bierzo y fuera de nuestra comunidad autónoma, que los que han decidido establecerse aquí. ¿Qué podemos ofrecer a los jóvenes del Bierzo? …¡venga que elaboren otro estudio para saberlo!.. y que mientras estamos a estudios, los chavales sigan sin oportunidades formándose indefinidamente y pensando en hacer las maletas, que lamentablemente no salen del armario a tiempo.
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