Desde la entrega del galardón de manos de la Reina Doña Sofía, “Toledo desde el Puente de San Martín” pasó a formar parte de la Colección B.M.W. Ibérica y, como uno de los emblemas de la misma, ha recorrido multitud de países de distintos continentes en múltiples exposiciones, hasta recalar en Cacabelos donde permanecerá hasta el próximo 15 de Septiembre.
Refleja la fuerza inusitada de la naturaleza desde una composición en espiral que, desde el remolino central del Tajo advierte del poder del agua que retorna hasta la pequeña catarata de una insignificante fábrica de luz envolviéndose en espumarajos de contracorrientes, para expandirse después con apariencia de las olas marinas hasta estrellarse, a modo de aviso, con las faldas del cigarral. Arremetiendo, finalmente, como marejada contra la base de Puente para discurrir, esta vez sí, por entre los ojos de la obra civil de los Trastámara, dibujada con una perspectiva imposible.
Desde el Puente de San Martín el autor nos conduce a los excesos del hombre, no al hombre si no a la vanidad de sus obras, que pasa por el poder imperial de la puerta almenada conduciéndonos a la cumbre más alta del cuadro: la espadaña de la cabecera de San Juan de los Reyes. Esta obra magna del Estilo Isabelino aparece esbozada, insinuada, manchada sin apenas detalle por archisabida o por menospreciada, aunque en menor grado que el caserío que preside y que nos conduce a la tormenta que se aleja, por esta vez, retumbando entre un cielo apocalíptico.
Toledo desde el Puente de San Martín surge de las pinceladas de claroscuros: los grises, azules prietos y blancos refulgentes; los amarillos pétreos castellanos; los ocres, los verdes etéreos, los violetas románticos, malvas crepusculares y esos pardos terrosos de sus orígenes, como la madre tierra que su abuelo ni le permitía mentar. La paleta de Carralero es la síntesis de la apasionada realidad trascendiendo el sentimiento en forma óleo sobre lienzo y en técnicas mixtas que domina a la perfección.