Yo confieso. En estos momentos, queridos lectores, acumulo tres o cuatro casas y ninguna propiedad. ¡Y lo peor es que no había caído en la cuenta hasta este martes! Salía yo muy risueña del piso en el que estoy de alquiler, sin paraguas, ya que me pongo lo cuento todo, para ir a hacer unas fotocopias que necesitaba para el máster que estoy estudiando. Y mientras apuraba el paso, porque me estaba calando hasta los huesos, me percaté de que me paso un tercio de mi vida cotidiana en el domicilio, otro tercio en el periódico donde trabajo y el tercio restante entre la reprografía y la librería más cercanas. ¡Con lo que yo he sido!
La mal llamada ‘mi casa’ es mi preferida. En realidad de mía tiene las cortinas, el menaje y todo el ‘no tengo nada que ponerme’ que llena el armario. El resto es del casero, pero ¡oye, que estoy a gusto! Representa ese espacio de estar-yo-sola-conmigo-misma-y-en-silencio-como-las-locas que necesito al menos ocho horas al día. Frecuentemente también duermo y como allí, que junto a lo anterior dan cimiento a mi estabilidad mental y emocional para afrontar lo demás.
El periódico no está nada mal. En lo que llego o me voy y mientras estoy en él tengo, en mi opinión, de las mejores vistas de Ponferrada: el Castillo de los Templarios y la calle del Reloj. Es un pequeño regalo disfrutar del paso de las estaciones en la ladera de la fortaleza templaria. El cambio de colores en otoño, la niebla y el viento frío de nieve de los Aquilianos golpeándote en la cara del invierno, la explosión de color y el sol tímido de la primavera y el bullicio de turistas, sobre todo, en verano, cuesta arriba y cuesta abajo, desfilando hacia la plaza de La Encina y quedándose embobados con la Torre del Reloj. Trabajar es menos doloroso así.
Y ya la última ‘adquisición’ ha sido por vicio. Sí, el vicio de ponerme a estudiar otra vez. ¿Qué necesidad tenía yo de matricularme en un máster, que no tengo ninguno, y encima se me ocurre que la mejor idea es hacerlo a distancia? Me lo pregunto todos los días desde que empecé. Pero el caso es que ahí ando, a vueltas todos los días entre la reprografía y la librería más cercanas a una u otra de mis ‘casas’ anteriores. Y tampoco es que me sienta la única que tiene que compatibilizar la vida laboral y personal con otra obligación añadida. Según la empresa de recursos humanos Randstad, “el número de ‘Sí-sís’, menores de 29 años que trabajan y estudian, está experimentando una tendencia positiva, aumentando en un 41,2% en los últimos cinco años. En concreto, en el tercer trimestre de 2019, su volumen fue 671.800, mientras que en el mismo periodo de 2014 se situaba en 475.800”.
Está feo pero en esto se me cumple a rajatabla el dicho de ‘Mal de muchos, consuelo de tontos’. Ya os iré contando cómo lo llevo por aquí, también podéis preguntarme si me pilláis de camino entre alguno de estos espacios, incluso taparme si sigo haciendo de las mías, y darme consejo.