2010. Ay, si parece que fue ayer y ya estamos en 2020. Los nervios de la Selectividad, el gol de Iniesta en el tiempo de descuento que valió un Mundial y la difícil tarea de meter toda una vida en la maleta para lanzarme al mundo, sola, llena de miedos y de ilusión. Valladolid me enseñó a ser independiente, y Periodismo. También a que los amigos, el afecto por la familia y los trastos que cogen en una habitación se multiplican hasta límites insospechados. Tanto, que volví al Bierzo cuatro años después llena a rebosar, con el objetivo de buscar un trabajo “de lo mío” cerca de casa y la posibilidad de emigrar si no lo encontraba, para no ser en ningún caso una carga económica muy gravosa para mis padres.
El talante, talento o la suerte quisieron que después de solo un mes en barbecho empezase a trabajar en Bierzo 7. El último y desaparecido semanario berciano. A través de sus páginas eché a andar en un Periodismo social, cultural, cercano y pausado que truncó la crisis económica, la explosión de la burbuja inmobiliaria o las pocas ganas de pelear por un formato que podía tener futuro y sobre todo aportar calidad. Aunque es posible que nadie fuese a hacerse rico con él. Muerto uno nació otro. El Día de León movió las fichas del tablero y dejó un hueco para mí en El Bierzo Digital. Rocé el paro con la punta de los dedos y desde entonces le doy a la tecla con más prisa, más eficiencia y eficacia o eso intento. Y aquí sigo, tratando de ser mejor persona y profesional cada año.
2019 fue el año en el que teniéndolo todo sentí que nada valía la pena. Perdida, a mitad del camino, decidí volver a empezar. He vuelto a meter mi vida entera en equipaje, para después de una década volver a casa de mis padres por Navidad, para quedarme, buscarme y encontrar lo que quiero. En 2020 espero empezar un nuevo camino, más segura de mí misma. A pesar de que los cambios asustan, ¡estoy lista! No quiero pensar en la de maletas que me quedan por hacer pero las haré gustosa. Espero que alguna sea para irme a Cuba. Ya os contaré.