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Así se posa el otoño en este pueblo deshabitado del Bierzo

Viajamos al municipio de Igüeña, donde los tonos rojizos empiezan a colorear uno de los paisajes de la despoblación en la comarca
Urdiales de Colinas. / FM

Solo unas vacas paciendo dan vida al valle del arroyo Urdiales, en la falda de la sierra de Gistredo; aunque alguna vez hubo vida (humana) en Urdiales de Colinas, pueblo que a día de hoy (como en el valle de al lado, Montes de la Ermita) está deshabitado. A más de 1.240 metros de altura (lo que hace de Urdiales uno de los pueblos más elevados del Bierzo), ya nadie vive allí. La despoblación, característica de la demografía del Bierzo en los últimos años, tiene aquí su ejemplo más pulido.

Se cuentan pocas pero hay casas que han sido arregladas y la vista alcanza algún que otro panel solar y una chimenea estrecha que hace imaginar pellets ardiendo en el corazón de algún hogar. Pero en general, en este pueblo ya no vive nadie y ni siquiera hay coche alguno en sus calles, en lo que ha sido uno de los primeros fines de semana del otoño.

Las vacas pacen y los árboles van tomando sus rojizos vestidos. El río trae poca agua, cosas de la sequía. El cauce roído en la vega testimonia deshielos inmensos, intensos e irrigantes. El cielo en calma da cobijo a una mañana nublada en los valles de Igüeña, que se preparan ya para el inminente frío.

Desde la carretera a Colinas (del Campo de Martín Moro Toledano), parten tres senderos. Uno vuelve a Igüeña, parejo al río, el Boeza, que acaba de nacer ahí arriba, en la campa de Santiago, en la ladera de la Rebeza. Los otros dos tienen como destinos estas dos localidades sin habitantes, Montes y Urdiales, las cuales sendas pistas de tierra conectan con el resto de la civilización. Las dos sendas, bien soleadas, registraron en su tiempo el paso de sus habitantes. Hoy son rastros de un pasado que solo con cuentagotas, en forma de senderistas y propietarios que pasan allí un día o unas horas, hace por volver; mientras las vacas pacen.