PREMIOS MUJER 2024

Uyyy, por poco

¡Qué intriga! Casi durante un mes he vivido con la incógnita de saber si “sí o no” me pasaría el domingo 25 de mayo encerrada. Al final fue que no, pero por los pelos, tensión hasta el último segundo.

 

El caso es que me había tocado –qué suerte, la lotería no, pero esto ya van dos veces- ser presidente primer suplente, es decir que, aunque al final no tuviese que quedarme, el domingo tocaba madrugar y hacer acto de presencia. ¿Puede haber mejor plan para el domingo? Bueno, pues quince minutos antes de la hora ahí estoy yo saliendo de casa en dirección al colegio electoral, mi antiguo instituto; como recordaba perfectamente el camino y el tiempo que solía llevarme recorrerlo, pensé que iba sobrada. Con 14, 15,16…años me sobraba tiempo, hasta en 10 minutos lo hacía. Me da la risa, ahora con el tiempo multiplicado por 3 y peripecias de salud añadidas, llegué justita. Al menos tuve tiempo para pensar, dialogar conmigo misma, observar la ciudad dormida (qué envidia), silenciosa, vacía, sin un alma…bueno no del todo, todavía me crucé con algún alma de recogida del sábado, mejor “espíritu etílico”, y otras “suertudas” como yo con el mismo destino, y una señora mayor, muy mayor, a la que adelanté porque ella estaba más “crujiente” que yo, y a la que di los buenos días con una gran sonrisa, a mal tiempo buena cara. Me los devolvió, la sonrisa y el saludo, con cara de sorpresa, es posible que no se lo esperase, no sé.

 

Por cierto, hace unos dos años escribí sobre que no estaba mayor o agarrotada, estaba “crujiente”, ¿os acordáis? A algunos os hizo reír, me alegro, siempre hay que reír, mejor si es a carcajadas, pero…lo crujiente tiene sus cositas. Pensad en una galletita crujiente, pensad venga, no duele, ¿ya? ¿A que se rompe con facilidad?,  ¿a qué sí? Hace crack, que es una delicia. Pues que la rodilla o el menisco haga CRACK, no mola nadita.

 

Vuelvo al domingo. Llego, acelerada, pero llego al colegio electoral y a buscar mi mesa. Una, dos, tres vueltas, vuelta para atrás, se me pasa algún número, ¿cómo es que del 5 se va al 9? ¿Y el 6? No está donde otros años, y no está en su orden. Mejor preguntar que encima de estar a tiempo, ahora llegaré tarde. Policía, la solución. Pues hay que salir fuera y a la izquierda, la derecha si llegases directamente de la calle. Entro, soy la primera en llegar, y detrás de mi más gente que me habían seguido al darse cuenta de que estaban en la misma “búsqueda” que yo. Bueno, con suerte me voy ya. Recibo un mensaje de una amiga que estaba en la misma situación que yo: ¡ME LIBRÉ! En ese momento no es mi mejor amiga, hay que fastidiar. Yo no, todavía no, porque allí están los dos vocales titulares pero el presidente no. Así que me dicen que no-me-mueva.

 

Se me ocurre que puede haberle pasado lo que a los demás y estar dando vueltas en el otro lugar. Van a buscarlo y vuelven con él. ¡Genial! ¿Me voy?, ¿me libré? Pues –jejejeje- no. Todavía. No llevaba el nombramiento y era necesario. Empecé con taquicardia, y dando la razón a los demás que allí estaban, y ninguno quería estar, que por qué no se nombraba a parados que agradecerían los pocos euros de dieta. Podrían tenerlo en cuenta para un futuro. En fin, ahí seguía yo con cara de ¡ay Señor! viendo que aquello se eternizaba, que todos se iban, conocidos de otras mesas con cara de alivio y mirada de penita para mi…y la del teléfono (amiga) encantada consigo misma. Paciencia.

 

Casi media hora después y una llamada a la Administración, se solventó el asunto y me pude ir. ALIVIO, con mayúsculas. Pero, ¿para qué irme a casa? En otra media hora ya podía votar, así que me di un paseo y a las nueve en punto ya estaba, con otra sincerísima sonrisa y unos buenos días agradecidos, dispuesta a ser la primera, de esa mesa al menos, en ejercer mi derecho al voto. Adiós, adiós, que os sea leve, más sonrisas, por su parte de resignación y yo me fui a casita dispuesta a celebrar y disfrutar el domingo.

 

Casi me olvido de la señora, anciana, de antes. Por supuesto no estaba llamada, por su edad, para ninguna mesa, pero ella iba a votar. “Hasta las nueve no se puede”, le dijeron. “Bueno, pues me espero, que yo quiero votar”. Luego viene la abstención. Aprended de las ancianitas y su sentido cívico de la responsabilidad.

 

Para acabar, vistos los porcentajes de participación, entre un 45 y 46 por ciento ¿se puede considerar válida una votación? Ni siquiera la mitad ha participado…cuando menos se debería repetir. Ejem, mejor no. Dejémoslo estar. Yo ya tuve mi dosis de intriga y tensión. Prefiero otras experiencias para un domingo.