Visión de gran angular

La entrega del Premio Fernando Becker, instituido por la Fundación MonteLeón y el Colegio de Economistas de León, siempre es un buen ambiente para pulsar la tensión de la sociedad leonesa. Y el veredicto del tensiómetro del pasado viernes fue claro: Muy baja la tensión, al borde del desmayo. Partiendo de la evidencia de que los economistas son los mejores predictores del pasado, a la decana del Colegio, Nuria González, no le faltó la razón en su tradicional discurso reivindicativo al asegurar que a la sociedad leonesa le falta “visión de un gran angular”. Esta falta se hace evidente en los conflictos de Vestas o de Feve, por poner sólo dos ejemplos. Hace falta que esos proyectos en concreto se asomen al abismo de la tragedia para que la sociedad leonesa se eche a la calle y se movilice en masa en busca de soluciones. A buenas horas mangas verdes. Vestas y Feve, por mantener los  mismos ejemplos, son los síntomas de la agonía de la economía leonesa. No es nada nuevo. Una agonía fruto de una larga enfermedad, que viene durando años. Y cuyo diagnóstico no se ha sabido afrontar con terapias cargadas de decisión, valentía, sentido crítico, profesionalidad, audacia y originalidad.

Al final, en León, como en el resto de la España vacía, todo se resume en alternativas milagrosas de ocio y turismo. Como diría la decana González Rabanal, el turismo “alivia nuestras dolencias, pero no cura la enfermedad”. Claro y tajante. Y para corroborarlo ahí están los malos datos del turismo en la provincia en el pasado mes de agosto: han bajado las pernoctaciones y el número de visitantes; y eso que estábamos en el ecuador de la Capitalidad de la Gastronomía Española y en temporada alta.

León viene siendo desde hace años una de las provincias de menor tasa de actividad de toda España. Sí, la crisis endémica del carbón tiene mucho que ver, pero no es menos cierto que se viene hablando de medidas contra la desaparición de la minería desde finales de los años ochenta; y casi treinta años después, con apenas trescientos mineros en activo, seguimos rasgándonos las vestiduras como si la tan anunciada desaparición del carbón fuese algo nuevo. Al final, caemos en el mismo pecado: dejar que el tiempo arregle situaciones complicadas. Pasa el tiempo y la situación no se arregla sino que se deteriora completamente, por lo que el recurso fácil es echar la culpa al exterior y al consabido nos roban, nos quitan, nos marginan, nos dan menos subvenciones que a nadie o las administraciones invierten aquí en menor medida que en otras regiones. Es la gran excusa histórica para justificar la gran mentira, que no es otra cosa que la indolencia y la pasividad de León.

El resultado es un León vacío y no sólo desde el punto de vista geográfico, humano o industrial; también hemos vaciado la herramienta que nos hubiera permitido construir una alternativa: el talento. León ha expulsado a sus jóvenes, a esa generación que, tanto se repite, es la mejor formada de la historia. Pues bien, esos jóvenes han tenido que emigrar para poner en valor en otras tierras el conocimiento que han adquirido en León.

¿Soluciones? Muy difíciles, pero está claro que, sean las que sean, pasan por no enredarnos –y va con segundas- en operaciones político-empresariales escandalosamente especulativas y que rozan la ilegalidad y, en cambio, sentar las bases de una economía sustentada en el talento, la educación, la tecnología, la sostenibilidad, la agroindustria y el turismo como acción complementaria.

Un último ejemplo sobre la falta de visión de gran angular: el fracaso de las cajas de ahorro, en el que los políticos –los grandes responsables- se van a ir de rositas. Bien, las antiguas cajas España y Duero ya han desaparecido al ser engullidas por Unicaja, banco que ahora estudia un nuevo ERE, que afectaría gravemente a León y Castilla. El pulmón financiero murió de neumonía mal curada. Ya no hace falta que la sociedad leonesa salga a la calle, salvo para ir al entierro.