Ya se celebraron las elecciones municipales y autonómicas. Como resumen, se podría decir que el Partido Popular sufrió un severo correctivo en toda España. Perdió la mayoría absoluta en todas las Comunidades que gobierna en solitario y más de lo mismo en ciudades enormemente simbólicas, como Madrid, Sevilla, Valencia y un largo, interminable etcétera.
Frente a los que opinan que no se pueden interpretar los resultados en clave general, estoy absolutamente convencido de lo contrario. Es decir, miles de candidatos del Partido Popular recibieron es su retaguardia la patada en el culo dirigida a Mariano el Ausente.
No es la primera vez que ocurre. En las elecciones municipales de 1995, con la losa del GAL aplastando al gobierno socialista, con el escándalo de las escuchas ilegales del CESID, con numerosos casos de corrupción en el PSOE, con un chorizo de postín, Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán, escondiéndose en Tailandia, pero no en la jungla, sino en algún puticlub, por citar lo más relevante, los candidatos a la alcaldía de cientos de municipios españoles sufrieron en sus posaderas el castigo destinado a Felipe González.
Pero lo realmente importante es: Y ahora… ¿Qué?
Han aparecido con fuerza dos nuevas formaciones políticas, Ciudadanos, de centro derecha y Podemos, coaligada con Izquierda Unida y otros partidos de la izquierda que van a ser, en muchos casos, árbitros de la lucha por las alcaldías.
Lo que hagan va a ser mirado con lupa y podemos augurar que, buena parte de su futuro, se lo juegan según sea su comportamiento en las próximas semanas.
Podemos y sus múltiples variantes parece que lo tienen claro: Configurar gobiernos progresistas en todos los lugares que se pueda, con todos los riesgos que eso entraña.
¿Qué va a hacer Ciudadanos?
Parece que las directrices de su líder son las de dejar gobernar a la lista más votada. Ignoro si esta permisividad va a ir acompañada de exigencias –como en Andalucía– o va a ser gratis.
A mí me molesta mucho la indefinición, el vamos a ver, bueno, espera, demos un tiempo, en fin, yo qué sé, tal vez…
Por ello, sólo se me ocurren aquellos versos magistrales de Gabriel Celaya:
“Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”.
¡Y la política, no veas!