Modelo de partido

Tengo un amigo extranjero, que lleva solamente unos meses en España, que no se puede creer lo que está pasando en este país.

No se refiere tanto a la situación de interinidad de la clase política, con un gobierno en funciones, que lleva casi un año sin rendir cuentas al Parlamento, cuanto al debate –es una persona muy educada y respetuosa– que se está produciendo en el, hasta ahora, principal partido de la oposición.

No acabo de entender, dice, que se esté dando vueltas a un asunto de tanta importancia como la investidura del Presidente de una forma tan poco prudente. Unos hablan de facilitar la investidura con una abstención. Otros, incluso, proponen que se abstengan sólo 11 diputados, no sé si elegidos al azar, sacando bolas de un cestillo, o designados a dedo por alguno de los barones o baronesas.

Con ello, se daría a España un gobierno sustentado por un partido que está en el ojo del huracán por sus vinculaciones con la corrupción, la prevaricación, el tráfico de influencias, el choriceo, el amiguismo y el robo a manos llenas. Un partido que dio al cerebro de la Gurtel, un tal Correa, una llave para que entrara y saliera de la sede central, en la calle Génova, sin ningún tipo de control.

Un partido que, al socaire del gobierno, ingresó millones de euros merced a adjudicaciones de todo tipo de obras, desde hospitales hasta autopistas o trenes de alta velocidad.

Un partido que, aunque está en permanente cuestión, por los juicios que se están celebrando en estos días, da señales de una tranquilidad pasmosa, como si lo que está pasando en los tribunales, y lo que está por venir, no fuera con él.

En mi país, continúa mi amigo, todos estos escándalos habrían supuesto, no sólo la dimisión de todos los dirigentes, sino la desaparición del partido y hasta el harakiri de alguno de los implicados. Y, lejos de eso, los socialistas prefieren que gobierne en minoría a que se celebren nuevas elecciones, que darían la victoria al partido en cuestión, el Partido Popular, con mayor amplitud de la que disfruta ahora.

Llegados a este  punto, mi amigo calló, como invitándome a exponer mi opinión; y yo, que estoy un más que harto de la deriva del que aún es el partido en que milito –no sé muy bien por qué–, no tengo nada que contestarle, porque no se me ocurre nada, porque, como militante, no entiendo qué cojones están haciendo los dirigentes, los barones, que a mi juicio están todos inhabilitados a perpetuidad, con la gestora, porque lejos de gestionar está haciendo el paripé y el gilipollas y dando todos una imagen lamentable.

Mira, amigo, dije al fin, todo esto es producto del debate que se está realizando en el PSOE sobre qué modelo de partido se va a imponer. Y hasta el momento hay dos opciones: Una, el modelo del camarote de los hermanos Marx, otra, el del ejército de Pancho Villa.

Y ahí está el asunto. No hay acuerdo, todavía.